Para acabar con la crisis migratoria hay que acabar con el sistema que la propicia
El pasado 28 de agosto, partió desde de México, más puntualmente desde el estado sureño de Chiapas, una caravana conformada por no menos de 1.000 personas migrantes de origen latinoamericano. Dicha caravana emprendió camino en la madrugada del domingo en dirección a San Pedro, Tapanatepec, Oaxaca, en busca de documentos temporales que les permitan movilizarse a la frontera norte con Estados Unidos.
La caravana se encontraba conformada, entre otros, por cientos de niñas, niños y mujeres que se ven obligados a abandonar sus países de nacimiento para emprender una peligrosa travesía en pos de poder escapar de la crisis que atraviesa la región y que los gobiernos, sin importar si son de características nacionalistas o liberales, no han hecho más que agravar.
No se trata de la única caravana. En los últimos días han salido caminando unas seis en total, de unas 400 o 500 personas, que han decidido emprender el viaje porque no han podido realizar los trámites migratorios por la larga espera que les toma acudir a las instituciones gubernamentales, fruto de la actual crisis migratoria.
Dicha crisis deja consecuencias terribles para aquellos que buscan una vida mejor. No hace falta retroceder mucho en el tiempo: hace menos de 3 meses se encontró un camión con 50 migrantes muertos en una ruta próxima a San Antonio, en el estado norteamericano de Texas. También podríamos hablar de las más de 1,7 millones de personas deportadas durante las administraciones de los norteamericanos Biden y Trump, o de la muralla que separa una parte de la frontera entre México y los Estados Unidos, por no hablar de las mafias que lucran con la desesperación de los migrantes .
Además, el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador, en una muestra de la subordinación de su administración a los intereses de Washington, tapona y reprime las caravanas que parten desde los países del llamado “triángulo norte” (Honduras, El Salvador, Guatemala) cuyas poblaciones se han visto gravemente afectadas por la agudización de la crisis capitalista.
Demócratas o republicanos, nacionalistas o liberales, todos tienen su responsabilidad en las políticas de expulsión xenófobas. Para acabar con la crisis migratoria hay que acabar con el sistema que la propicia.
Defendamos el derecho incondicional al asilo y planteemos la unidad de trabajadores migrantes y nativos en una lucha común contra la xenofobia, el racismo y los gobiernos capitalistas.
Santiago Martín Mayorga
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