martes, 28 de febrero de 2017
Las visiones de Fidel en los nuevos escenarios de lucha
Claves del anticapitalismo y el antimperialismo hoy
Palabras íntegras del autror en la segunda sesión de 12º Paradigmas Emancipatorios.
El primer homenaje que recibió Fidel al morir fue una consigna de hoy, una invención de jóvenes que hizo suya todo el pueblo de Cuba: “yo soy Fidel”. Así se demostró que Fidel es del siglo XXI, y que cuando el pueblo entero se moviliza con conciencia revolucionaria es invencible. En esos días del duelo Fidel libró su primera batalla póstuma, y volvió a mostrarle a todos, como en 1953, el camino verdadero.
Hoy, cuando vamos a compartir acerca de los caminos de las luchas — porque lo verdadero son las luchas — , es natural comenzar con la ayuda de Fidel, y emular con sus ideas y sus actos para sacarles provecho, no imitándolos, sino traduciéndolos a nuestras necesidades, situaciones y acciones.
Para sacarle provecho a Fidel, tenemos que evitar repetir una y otra vez lugares comunes y consignas. Conocer más las creaciones y las razones que lo condujeron a sus victorias, las dificultades y los reveses que Fidel enfrentó, lo que pensó sobre los problemas, sus acciones concretas, puede aportarnos mucho, y de esa manera será más grande su legado.
En el tiempo de su vida pueden distinguirse tres aspectos: Fidel, joven revolucionario; el líder de la Revolución cubana y el líder latinoamericano, del Tercer Mundo y mundial
Fidel brinda un gran número de enseñanzas, tanto para el individuo como para las luchas políticas y sociales. Quisiera enumerar muy brevemente algunas de las características de su legado que me parecen importantes para nuestros objetivos:
1-Partir de lo imposible y de lo impensable, para convertirlos en posibilidades mediante la práctica consciente y organizada y el pensamiento crítico, conducir esas posibilidades actuantes hacia la victoria al mismo tiempo que se forman y educan factores humanos y sociales para poder enfrentar situaciones futuras, y mediante las luchas, los triunfos y las consolidaciones convertir las posibilidades en nuevas realidades.
2- No aceptar jamás la derrota. Fidel nunca se quedó conviviendo con la derrota, sino que peleó sin cesar contra ella. Me detengo en cinco casos importantes en su vida en que esto sucedió: 1953, 1956, 1970, el proceso de rectificación y la batalla de ideas. En 1953 respondió a la derrota del Moncada con un análisis acertado de la situación para guiar la acción. Cuando todos creían que era un iluso, se reveló como un verdadero visionario. En 1956, cuando el desastre del Granma, respondió con una formidable determinación personal y una fe inextinguible en mantener siempre la lucha elegida, por saber que era la acertada.
En 1970, comprobó que lograr el despegue económico del país era extremadamente difícil, pero entonces apeló a los protagonistas, mediante una consigna revolucionaria: “el poder del pueblo, ese sí es poder”. En1985, fue prácticamente el primero que se dio cuenta de lo que iba a hacer la URSS, que le traería a Cuba soledad, desastre económico y más grave peligro de ser víctima del imperialismo, pero su respuesta fue ratificar que el socialismo es la única solución para los pueblos, la única vía eficaz y la única bandera popular, que lo necesario es asumirlo bien y profundizarlo. Entonces movilizó al pueblo y acendró su conciencia, y sostuvo firmemente el poder revolucionario. En el 2000, ante la ofensiva mundial capitalista y los retrocesos internos de la Revolución cubana en la lucha para sobrevivir, lanzó y protagonizó la batalla de ideas, con sus acciones en defensa de la justicia social, su movilización popular permanente y su exaltación del papel de la conciencia.
No me va a dar tiempo a exponer cada punto, aunque fuera brevemente, así es que me limitaré a mencionarlos, con la intención de estimular el interés en el estudio de Fidel.
3- La determinación de luchar en todas las situaciones. Sería muy conveniente considerar como concepto a la determinación personal, en el estudio de los que se lanzan a lograr transformaciones sociales. La praxis es decisiva.
4- Organizar, fue una constante, una fiebre de Fidel. Ojalá que este sea uno de los temas principales de este taller.
5- La comunicación siempre, con cada ser humano y con las masas, en lo cotidiano y en lo trascendente, es una de las dimensiones fundamentales de su grandeza y es uno de los requisitos básicos del liderazgo.
6- Utilizar tácticas muy creativas, y estrategias impensables, y sin embargo factibles.
7- Luchar por el poder y conquistarlo. Mantener, defender y expandir el poder. Se puede discutir casi eternamente acerca el poder en términos abstractos, pero solo las prácticas revolucionarias logran convertir al poder en un problema que pueda resolverse.
8- Crear los instrumentos y los protagonistas. Tomar las instituciones para ponerlas a nuestro servicio, no para ponernos al servicio de ellas.
9- Ser más decidido, más consciente y organizado, y más agresivo que los enemigos.
10- Enseñar y aprender al mismo tiempo con los sectores del pueblo que participan o que simpatizan, y después con todo el pueblo. Avanzar hacia formas de poder popular.
11- El gran logro cubano, unir la liberación nacional a la revolución socialista.
12- Ser siempre un educador. Hacer educación a escala del pueblo. Que el pueblo se levante espiritualmente y moralmente, para que se vuelva participante consciente y capaz de todo, complejice sus ideas y sus sentimientos y enriquezca sus vidas.
13- Que la concientización esté en el centro del trabajo político, no solo para avanzar y ser mejores, sino para que la política llegue a convertirse en una propiedad de todos.
Siento que la mayor lección que le brinda Fidel a los luchadores de América Latina actual es lo que pensó y lo que hizo entre 1953 y 1962. Puede ser muy valioso ponernos de acuerdo para estudiar, discutir y socializar ese período.
Desde hace un año estamos oyendo decir que la situación en nuestro continente se ha vuelto cada vez más difícil, por que acontecen hechos adversos a los pueblos, y por la ofensiva del imperialismo y sus cómplices de clases que son a la vez dominadas por él y dominantes en sus países. Aunque parezca que empiezo por el final, quisiera comenzar con un comentario acerca de las relaciones que existen entre dificultades y revolución.
Para los revolucionarios, y durante los procesos de revolución, hay momentos felices y procesos felices, pero en las revoluciones verdaderas no hay coyunturas fáciles. Cuando puedan parecernos fáciles es solamente porque no nos hemos dado cuenta de sus dificultades. Y es así porque estas revoluciones, a las que amamos y por las que estamos dispuestos a todo, son las iniciativas más audaces y arriesgadas de los seres humanos, que emprenden transformaciones prodigiosas liberadoras de las personas y de las relaciones sociales, a tal grado que nunca más quieran, ni puedan, volver a vivir en vidas y sociedades de dominación y de violencias y daños de unos contra otros, de individualismo y afán de lucro. Son revoluciones que pretenden ir creando personas cada vez más plenas y capaces, y realidades que contengan cada vez más libertad y justicia, donde entre todos se logre cambiar el mundo y la vida. Es decir, crear personas y realidades nuevas.
Si lo que acabo de decir le parece imposible al mundo existente y las creencias vigentes en la prehistoria de la humanidad, al sentido común y al consenso con lo esencial que mantiene a las sociedades sujetas al capitalismo, ¿cómo no va a ser sumamente difícil todo lo que hagamos y proyectemos? Si jamás las clases dominantes estarán dispuestas a admitir que se levante el pueblo y adquiera dignidad, orgullo de sí mismo y dominio de la situación, conciencia y organizaciones suyas, a su servicio y eficaces, que esté en el poder y que lo convierta en un poder popular, entonces hay que convenir en que en esas épocas todo se vuelve muy difícil para la causa del pueblo. El joven Carlos Marx avizoraba bien cuando escribió que solamente mediante la revolución podrán los dominados salir del fango en que viven metidos toda su vida, porque los cambios y la creación de nuevas sociedades exigen también liberaciones colosales de los enemigos íntimos que todos albergamos dentro. ¿Cómo no van ser tan difíciles las revoluciones de liberación? Pero, si miramos bien y no nos dejamos desanimar, constataremos que el campo popular ya tiene mucho a su favor. Entremos con esas armas en un problema inmediato, que no es pequeño. La coyuntura actual expresa de manera escandalosa una carencia del campo popular que se ha ido acumulando en las últimas décadas, al mismo tiempo que esa carencia dejaba de ser percibida como una grave debilidad: la de un pensamiento verdaderamente propio, capaz de fundamentar su identidad en relación con su conflicto irremediable con la dominación del capitalismo, y capaz de servir para comprender las cuestiones esenciales de la época, las coyunturas, los campos sociales implicados y las fuerzas en pugna. Un pensamiento, por consiguiente, fuerte, convincente y atractivo, al mismo tiempo que útil como instrumento movilizador y unificante de lo diverso, y como herramienta eficaz para guiar análisis y políticas acertadas que contribuyan a la actuación y a la formulación de proyectos. Esa ausencia del desarrollo de un pensamiento poderoso del campo popular, crítico y creador, puede constatarse ante el estupor y la falta de explicaciones válidas que han abundado frente a los acontecimientos en curso en varios países latinoamericanos, que han registrado diferentes quebrantos, derrotas o retrocesos de procesos que han sido favorables a sus poblaciones y a su autonomía frente al imperialismo en lo que va de este siglo. En lugar de análisis coherentes, profundos y orientadores hemos escuchado o leído más de una vez comentarios superficiales revestidos con palabras que quisieran ser conceptos, o dogmas que quisieran cumplir funciones de interpretación.
Nada se avanza cuando se tilda de malagradecidos a sectores pobres o paupérrimos que mejoraron su alimentación y sus ingresos, y tuvieron más oportunidades de ascender uno o dos peldaños desde el fondo del terrible orden social, porque no han sido activos en defender a gobiernos que los han favorecido, o hasta les han vuelto la espalda en determinados eventos que les aportan triunfos a los reaccionarios. Y hasta se intenta explicar esos sucesos con retazos de una supuesta teoría de las clases sociales, como cuando se repite la proposición absurda de que “se convirtieron en clase media, y ahora actúan como tales”. Es preferible comenzar por ser precisos ante los hechos y partir siempre de ellos, como cuando el dirigente del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, Joao Pedro Stedile, dice: “Tenemos muchos retos de corto plazo para poder enfrentar a los golpistas. La clase trabajadora sigue en casa, no se movilizó. Se movilizaron los militantes, los sectores más organizados. Pero el 85 por ciento de la clase sigue viendo novelas en la televisión”.
Tampoco se va lejos cuando se elaboran y discuten explicaciones de los eventos y las situaciones políticas e ideológicas candentes de la coyuntura a base de menciones acerca del fin de ciclos de altos precios de las materias primas, ni siquiera cuando economistas capaces ofrecen datos serios y añaden el descenso de la dinámica de la economía mundial y otros factores y procesos adversos.
Simplificando un poco más, habríamos tenido unos quince años de victorias electorales, gobiernos llamados progresistas y notables logros por medidas sociales, una fuerte autonomización de gran parte del continente respecto a los dictados de Estados Unidos y avances en las relaciones bilaterales y las coordinaciones de los países de la región hacia una futura integración, solamente porque tuvimos un largo ciclo de altos precios de exportación de las materias primas, algo que es explicable por los avatares de la economía mundial. Y como ahora esta se mueve en otro sentido y bajan los precios, debe terminar el ciclo político y social, y “la derecha” debe avanzar y recuperar sin remedio la posición dominante que había perdido.
Una persona con buena memoria y escasa credulidad se preguntaría enseguida cómo fue posible que a inicios de los años setenta del siglo pasado no sucediera en la región lo mismo que a inicios de este siglo, en cuanto a elecciones victoriosas, buenas políticas sociales y más autonomía de los Estados y horizontes integracionistas. Porque en aquella coyuntura subieron mucho los precios de las materias primas y, además, en buena parte de la región se vivían aumentos más o menos grandes del sector industrial, con ayuda de aquellos redesplazamientos jubilosos del gran capital en busca de maximización de ganancias que hoy tanto disgustan a Donald Trump.
Lo que sucedió entonces fue totalmente diferente: dictaduras, represiones que llegaron hasta el genocidio, conservatización de las sociedades y otros males, que no deben ser olvidados. Por consiguiente, hay que concluir, no es verdad que a determinada situación económica le “correspondan” necesariamente ciertos hechos políticos y sociales, y no otros.
En este caso estamos ante una de las deformaciones y reduccionismos principales que ha sufrido el pensamiento revolucionario, quizás la más extendida y persistente de todas: la de atribuir una supuesta causa “económica” a todos los procesos sociales. Detrás de su aparente lógica está la cosificación de la vida espiritual y de las ideas sociales que produjo el triunfo del capitalismo, que es aceptada por aquellos que pretenden oponerse al sistema sin lograr salir de la prisión de su cultura, y la consiguiente incapacidad de comprender que son los seres humanos los protagonistas de todos los hechos sociales.
Tres procesos sucedidos dentro las últimas cuatro décadas han tenido un gran impacto y muy duraderas consecuencias para nuestro continente. El estrepitoso final del sistema que llamaban del socialismo real y sus constelaciones políticas en el mundo, con consecuencias tan negativas en numerosos terrenos. El de la imposibilidad para la mayoría de los países del planeta de lograr el desarrollo económico autónomo de un país sin que necesariamente saliera del sistema del capitalismo. La terrible realidad fue la continuación de regímenes de explotación, opresiones y neocolonialismo, sin que fuera posible desplegar economías nacionales autónomas y capaces de crecer en beneficio del pleno empleo, más producción y productividad, servicios sociales suficientes para todos y una riqueza propia que repartir. El tercer proceso fue el de la consumación del dominio de Estados Unidos sobre casi todo nuestro continente. El capitalismo en América Latina transitó un largo camino de evoluciones neocolonializadas, sobredeterminadas por el poder de Estados Unidos, que lo dejó mucho más débil y subalterno.
Las lecciones que nos brindan esos tres procesos están claras y son sumamente valiosas. Una, todos los avances de las sociedades son reversibles, aun los que se proclamaban eternos; es imprescindible conocer qué es realmente socialismo y qué no lo es. Hay que comprender y organizar la lucha por el socialismo desde las complejidades, dificultades e insuficiencias reales, sin hacer concesiones, como procesos de liberaciones y de creaciones culturales que se vayan unificando. Dos, el capitalismo es un sistema mundial, actualmente hipercentralizado, financiarizado, parasitario y depredador, que solo puede vivir si sigue siéndolo, por lo que no va a cambiar. Las clases dominantes de la mayoría de los países necesitan subordinarse y ser cómplices de los centros imperialistas, porque no existe espacio ni tienen suficiente poder para pretender ser autónomos. La actividad consciente y organizada del pueblo, conducida por proyectos liberadores, es la única fuerza suficiente y eficaz para cambiar la situación. Para la mayoría de los países del planeta, serán los poderes y los procesos socialistas la condición necesaria para plantearse el desarrollo, y no el desarrollo la condición para plantearse el socialismo, como dijo Fidel en 1969.
Tres, Estados Unidos hace víctima a este continente tanto de su poderío como de sus debilidades, como una sobredeterminación en contra de la autonomía de los Estados, el crecimiento sano de las economías nacionales y los intentos de liberación de los pueblos. La explotación y el dominio sobre América Latina es un aspecto necesario de su sistema imperialista, y siempre actúa para impedir que esa situación cambie. Por tanto, es imprescindible que el antimperialismo forme parte inalienable de todas las políticas del campo popular y de todos los procesos sociales de cambio.
Como era de esperar, el capitalismo pasó a una ofensiva general para sacarle todo el provecho posible a aquellos eventos y procesos, y establecer el predominio planetario e incontrastado de su régimen y su cultura. El objetivo era, más allá de las represiones y las políticas antisubversivas, consolidar una nueva hegemonía que desmontara las enormes conquistas del siglo XX, manipulara las disidencias y protestas inevitables, y las identidades, impusiera el olvido de la historia de resistencias y rebeldías, y lograra generalizar el consumo de sus productos culturales y el consenso con su sistema de dominación.
Esa ofensiva no terminó, sino que se consolidó como una actividad sistematica, que sigue siéndolo hasta hoy. Es dentro de ese marco general que en cierto número de países de América Latina y el Caribe, que es la región del mundo con mayor potencial de contradicciones que pueden convertirse en acciones contra el sistema, movimientos populares combativos y victorias electorales produjeron cambios muy importantes de la situación general, a favor de sectores muy amplios de la población y de la capacidad de actuación independiente de una parte de los Estados.
La institucionalidad y las reglas políticas del juego cívico no fueron violadas para acceder y mantenerse en el gobierno, pero dentro de ese orden se han logrado reales avances, que sintetizo en seis aspectos: políticas sociales que benefician a amplios sectores necesitados; ejercicios de la ciudadanía mucho más amplios y mejores; cambios muy positivos en la institucionalidad en algunos de esos países; un rango apreciable de autonomía en el accionar internacional; más relaciones bilaterales latinoamericanas; y adelantos en las relaciones y coordinaciones de los países de la región, bajo la advocación de la necesidad de una integración continental.
No me detengo en esas nuevas realidades, que han alentado muchas motivaciones y esperanzas de avanzar hacia cambios más profundos, y han recuperado la noción del socialismo como el horizonte a conquistar, pocos años después de aquel colapso europeo que el capitalismo pretendió que fuera definitivo a escala mundial. Pero si quiero enfatizar dos cuestiones que el militante social y político debe analizar, conocer y manejar en sus prácticas. Primera, cada país tiene características, dificultades, acumulaciones históricas y condicionamientos que son específicos de él y resultan decisivos, al mismo tiempo que existen rasgos y necesidades comunes a la región que pueden ser fuente de aumento de la fuerza y el potencial de cada país, si somos capaces de desarrollar la cooperación y el internacionalismo. Segunda, los poderes establecidos en estos países confrontan enormes limitaciones, porque tienen muy poco control de la actividad económica, y padecen la hostilidad de una parte de los propios poderes del Estado y de los medios de comunicación.
Al hacer un balance de 2016, podemos constatar lo específico de cada país. La gran victoria electoral legislativa de la reacción venezolana no consiguió deponer a Maduro, y ahora se encuentra sin fuerza, unidad ni líderes suficientes para intentarlo. Pero en Brasil una pandilla de delincuentes logró todo lo que quiso, sin que haya fuerzas populares organizadas para resistir con alguna eficacia. Los procesos de Bolivia y Ecuador se mantienen fuertes y estables ante sus situaciones específicas, y en Nicaragua el FSLN acaba de ganar otra vez las elecciones muy holgadamente. En México no es probable un triunfo de partidos opositores en 2 018, aunque el prestigio del equipo gobernante está muy deteriorado y existen manifestaciones de protesta y resistencia no articuladas.
Estas especificidades, y muchos otras de tamaño y sentido diferentes, podrían irse enumerando, pero seguiría en pie un problema de gran envergadura: Estados Unidos continúa su ofensiva general dirigida a recuperar todo el control neocolonial sobre América Latina –incluida una “ofensiva de paz” contra Cuba — , y el bloque que forma con los sectores reaccionarios y entreguistas de cada país continúa tratando de cancelar o ir debilitando los procesos de los últimos quince años de la región.
¿Será suficiente el voto, la voluntad popular expresada en las urnas, al menos para defender con éxito las políticas sociales, los funcionarios electos y la legalidad existente, y que ellos no sean burlados, quebrantados o eliminados por la reacción? ¿Podrán seguir existiendo los procesos basados en una institucionalidad sin cambios en el suelo social y político para lograr transformaciones que beneficien a la población y abran paso a sociedades más justas y mejor gobernadas? ¿O, en unos casos, esa vía solo franqueará una forma intermedia de reconstitución a mediano plazo del poder del capitalismo en la región, en apariencia más avanzada que las formas previas, pero que en realidad habría sido solamente su puesta al día, sin afectar a lo esencial del sistema de dominación? Mientras que en otros países del continente se ha permanecido bajo el control del sistema y de camarillas que detentan o administran el poder.
Nada está decidido, ni nuestros enemigos ni nosotros tenemos la victoria al alcance de la mano. Pero albergo la certeza de que las batallas ideológicas y políticas serán las que determinarán la decisión en el enfrentamiento general. Destaco tres direcciones principales para el trabajo de análisis: a) buscar con rigor y sin omisiones todos los datos y todas las percepciones y formulaciones ideológicas que tengan alguna importancia –porque tanto unos como las otras constituyen las realidades que existen — , analizarlas por partes e integralmente, encontrar y formular lo esencial y describir al menos lo secundario; b) examinar y valorar los condicionamientos que sean relevantes para nuestra actuación, institucionales, económicos, ideológicos, políticos o de otro tipo; c) analizar y conocer las identidades, motivaciones, demandas, capacidad movilizativa y grado de organización con que contamos, y lo que está a favor de nuestros adversarios en esos mismos campos, es decir, la correlación de fuerzas. E insisto en que son las actuaciones de los seres humanos la materia principal de los eventos que mañana serán históricos.
La reacción no está proponiendo ideas, está produciendo acciones. No maneja fundamentaciones acerca de la centralidad que debe tener el mercado, la reducción de las funciones del Estado, la apología de la empresa privada y la conveniencia de subordinarse a Estados Unidos. No es a través del debate de ideas que pretende fortalecer y generalizar su dominio ideológico y cultural. El anticomunismo y la defensa de los viejos valores tradicionales ya no son sus caballos de batalla, ni los viejos organismos políticos son sus instrumentos principales.
Desde hace veinte años vengo planteando que el esfuerzo principal del capitalismo actual está puesto en la guerra cultural por el dominio de la vida cotidiana, lograr que todos acepten que la única cultura posible en esa vida cotidiana es la del capitalismo, y que el sistema controle una vida cívica despojada de trascendencia y organicidad. Lamento decir que todavía no hemos logrado derrotar esa guerra cultural.
Obvio aquí la mayor parte de lo que he expuesto acerca de sus rasgos, los factores a su favor y en contra suya, y sus condicionamientos, y comento solo lo más cercano a nuestro tema. El consumo amplio y sofisticado, que está presente en todas las áreas urbanas del mundo, pero al alcance solamente de minorías, es complementado por un complejo espiritual “democratizado” que es consumido por amplísimos sectores de población. Se tiende así a unificar en su identidad a un número de personas muy superior al de las que consumen materialmente, y lograr que acepten la hegemonía capitalista. La mayoría de los “incorporados” al modo de vida mercantil capitalista son más virtuales que reales. Pero, ¿formarán ellos parte de la base social del bloque de la contrarrevolución preventiva actual? El capitalismo alcanzaría ese objetivo si consigue que la línea divisoria principal en las sociedades se tienda entre los incorporados y los excluidos. Los primeros — los reales y los potenciales, los dueños y los servidores, los vividores y los ilusos — se alejarían de los segundos y los despreciarían, y harían causa común contra ellos cada vez que fuera necesario.
La reproducción cultural universal de su dominio le es básica al capitalismo para suplir los grados crecientes –y contradictorios — en que se ha desentendido de la reproducción de la vida de miles de millones de personas a escala mundial, y se apodera de los recursos naturales y los valores creados, a esa misma escala. Para ganar su guerra cultural, le es preciso eliminar la rebeldía y prevenir las rebeliones, homogeneizar los sentimientos y las ideas, igualar los sueños. Si las mayorías del mundo, oprimidas, explotadas o supeditadas a su dominación, no elaboran su alternativa diferente y opuesta a él, llegaremos a un consenso suicida, porque el capitalismo no dispone de un lugar futuro para nosotros.
Les he aclarado a compañeros que aprecio mucho que el capitalismo no intenta imponer un pensamiento único, como ellos afirman, sino inducir que no haya ningún pensamiento. Está en marcha un colosal proceso de desarmar los instrumentos de pensar y la costumbre humana de hacerlo, de ir erradicando las inferencias mediatas, hasta alcanzar una especie de idiotización de masas. La situación está exigiendo revisar y analizar con profundidad y con espíritu autocrítico todos los aspectos relevantes de los procesos en curso, todas las políticas y todas las opciones. Esa actitud y las actuaciones consecuentes con ella son factibles, porque el campo popular latinoamericano posee ideales, convicciones, fuerzas reales organizadas y una cultura acumulada. Una enseñanza está muy clara: distribuir mejor la renta, aumentar la calidad de la vida de las mayorías, repartir servicios y prestaciones a los inermes es indispensable, pero no es suficiente. Alcanzar victorias electorales populares dentro del sistema capitalista, administrar mejor que sus pandillas de gobernantes, e incluso gobernar a favor del pueblo a contracorriente de su orden explotador y despiadado, es un gran avance, pero es insuficiente. Vuelve a demostrar su acierto una proposición fundamental de Carlos Marx: la centralidad de una nueva política en la actividad del movimiento de los oprimidos, para lograr vencer y para consolidar la victoria.
Estamos abocándonos a una nueva etapa de acontecimientos que pueden ser decisivos, de grandes retos y enfrentamientos, y de posibilidades de cambios sociales radicales. Es decir, una etapa en la que predominarán la praxis y el movimiento histórico, en la que los actores podrían imponerse a las circunstancias y modificarlas a fondo, una etapa en la que habrá victorias o derrotas.
Comprender las deficiencias de cada proceso es realmente importante. Pero más aún lo es actuar. Concientizar, organizar, movilizar, utilizar las fuerzas con que se cuenta, son las palabras de orden. No se pueden aceptar expresiones de aceptación resignada o de protesta timorata: hay que revisar las vías y los medios utilizados y su alcance, sus límites y sus condicionamientos. Y hacer todo lo que sea preciso para que no sea derrotado el campo popular. La eficiencia para garantizar los derechos del pueblo y defender y guiar su camino de liberaciones debe ser la única legitimidad que se les exija a las vías y a los instrumentos. Las instituciones y las actuaciones tendrán su razón de ser en servir a las necesidades y los intereses supremos de los pueblos, a la obligación de defender lo logrado y la confianza y la esperanza de tantos millones de personas. Esa debe ser la brújula de los pueblos y de sus activistas, representantes y conductores.
En la época que comienza se está levantando una concurrencia de fuerzas muy diferentes e incluso divergentes, a quienes unirán necesidades, enemigos comunes y factores estratégicos que van más allá de sus identidades, sus demandas y sus proyectos. Y solamente tendrá probabilidades de triunfar una praxis intencionada, organizada, capaz de manejar los datos fundamentales, las valoraciones, las opciones, la pluralidad de situaciones, posiciones y objetivos, las condicionantes y las políticas que están en juego.
La radicalización de los procesos deberá ser la tendencia imprescindible para su propia sobrevivencia. Serían suicidas los retrocesos y las concesiones desarmantes frente a un enemigo que sabe ser implacable, pero lo principal es que — dado el nivel que han alcanzado la cultura política de los pueblos y las esperanzas de libertad, justicia social y bienestar para todos — los movimientos, los poderes y los líderes prestigiosos y audaces solo podrán multiplicar las fuerzas populares y tener opción de vencer si ponen la liberación efectiva de los yugos del capitalismo en la balanza de sus convocatorias a luchar.
La política revolucionaria no puede conformarse con ser alternativa. La naturaleza del sistema lo ha situado en un callejón sin salida en general, pero su poder y sus recursos actuales le permiten un amplio arco de respuestas contra los procesos en curso, y también puede dejarle un nicho de tolerancia a algunas alternativas mientras combina la inducción y la espera hasta que se desgasten. En la medida en que vayamos obteniendo triunfos y cambios de nosotros mismos, convertiremos las alternativas en procesos de emancipación humana y social.
Mientras exista la opresión, la explotación y la dominación capitalista, no habrá soluciones ni regímenes políticos y sociales satisfactorios para las mayorías, ni serán duraderos. La liberación de los seres humanos y las sociedades es lo que abrirá las puertas a la creación de un mundo nuevo. ¿Parece demasiada ambición? Sí, naturalmente. Pero es lo único factible.
Fernando Martínez Heredia
La Tiza
lunes, 27 de febrero de 2017
Fidel a tres meses de su partida
El día en que se conmemoraba la partida del Granma, exactamente en ese mismo día como seguramente lo quiso, Fidel partió en busca de nuevos horizontes de lucha. Lo hizo en la seguridad de que la siembra realizada a lo largo de su vida ya había germinado. Que sus enseñanzas serían imperecederas. Que el capitalismo conduce la humanidad a su extinción. Que sólo el socialismo y el comunismo le otorgarán condiciones para la sobrevivencia de la especie humana. Que la lucha contra el imperialismo es un combate que se libra día a día, bajo diversas formas y que sólo finalizará con la derrota definitiva del monstruo. Que jamás éste admitirá la soberanía, la autodeterminación y la felicidad de los pueblos. Que apelará a cualquier recurso para mantenernos bajo su yugo. Que el socialismo y el comunismo son por definición internacionalistas y solidarios, como lo fue la Revolución Cubana bajo su inspiración. Y como lo seguirá siendo.
Por eso Fidel vive en cada una y en cada uno que lucha sin descanso por un mundo mejor. Se fue pero vive entre nosotros como inspiración, ejemplo, estímulo. Como una vez también se fue Bolívar, y entonces algunos hombres pequeños y mediocres decían que se había ido para siempre. No se dieron cuenta de que volvería, sólo que de otro modo, “cuando despertara el pueblo”, como lo dice la bella poesía de Pablo Neruda. Como se fue el Che, para al poco tiempo regresar y estar presente en todas las luchas a lo ancho y a lo largo del planeta. Como lo está Chávez, eterno en el alma de nuestros pueblos. Y lo mismo ocurrirá con Fidel, más presente que nunca sólo que bajo otra forma. Iluminándonos como la reencarnación contemporánea del Quijote, ese amante de las utopías realizables que vivía para “Soñar el sueño imposible, luchar contra el enemigo imposible, correr donde los valientes no se atrevieron, alcanzar la estrella inalcanzable. Ese es mi destino.” Hoy más que nunca seguiremos por el camino que nos has señalado, Comandante. ¡Hasta la victoria siempre!
Atilio A. Boron
domingo, 26 de febrero de 2017
A 50 años de la revista Pensamiento Crítico.
Mucho agradecemos a nuestro amigo y colaborador Víctor Casaus, quien nos envía, desde el Centro cultural Pablo de la Torriente Brau, las palabras de Eduardo Heras León en la apertura del Coloquio Con arreglo a esta opinión trabajaremos A 50 años de Pensamiento Crítico, que se realizó el 21 de febrero en la Casa del Alba Cultural, y las que -en breves párrafos- Fernando Martínez Heredia leyó al finalizar las actividades de las tres mesas de debate que se desarrollaron durante todo ese día.91-fileminimizer
PALABRAS INAUGURALES
Queridos amigos:
Ya Juan Gelman lo había escrito: “¡Mi dios, qué bellos éramos!” Eran los tiempos de la utopía, de la vuelta de la antigua esperanza y subíamos la escalinata de la Universidad porque habíamos entrado saludando a la historia, pidiéndole que abriera sus portones para entrar “con Fidel, con el caballo”. Estábamos viviendo la década prodigiosa de los sesenta, y desde las aulas inundábamos la universidad de permanente energía, amparados por la música y la poesía de un jovencito que desde entonces sería para siempre El Flaco, o simplemente Silvio, y que en un inolvidable recital se había convertido en el heraldo de una nueva generación. Ya lo afirmaría otro jovencito llamado Wichy y apodado el Rojo: “Olvídate, el Flaco es el genio; los otros a lo sumo, hombres de talento”. Y a partir de entonces, escribimos, cantamos, luchamos, creamos. Nuestra vida diaria era un perpetuo diálogo con la realidad, casi siempre difícil. Y junto con nosotros, con los que contábamos historias, escribíamos poemas, cantábamos canciones, había otros jóvenes también que querían ejercitar el pensamiento, que aspiraban a encontrar nuevas respuestas a los viejos y a los nuevos problemas que nuestra realidad estaba planteando y que la filosofía, desde novedosos ángulos podía ayudar a resolver. Así surgió Pensamiento Crítico y así la vimos siempre: era la vanguardia del pensamiento cubano.
No voy a hacer la historia de esta revista que desde que surgiera en 1967 buscábamos con avidez y pasión. Entre nosotros, de cierta manera la vanguardia intelectual de la universidad, la bautizamos como Pensamiento Cítrico, por la acidez de sus planteamientos, por la vocación polémica de sus páginas, por la frescura de sus ideas, no exentas de errores, de desafíos contra los dogmas y el pensamiento fosilizado; contra todo lo que era necesario cambiar.
Usted salía de la universidad, bajaba por la calle J y se detenía en el número 556: allí se encontraba de repente en el vórtice de una discusión teórica: allá estaba Fernando Martínez, que siempre consideré como un hermano mayor, sabio y modesto: cada conversación con él era una fiesta para nuestra capacidad de pensar.
Entonces Aurelio Alonso compartía su tiempo comentando el último artículo de Althusser, o de Kewes S. Carol, o la biografía de Trotsky de Isaac Deutscher, o te aclaraba con profunda sencillez algún texto de Gramsci.
José Bell Lara, siempre atareado, revisando originales de la revista, o proponiéndome algún negocio bibliográfico. Un día me propuso cambiar unas novelas de Jorge Amado por una Historia de España en tres maravillosos tomos. Cuando lo miré algo escandalizado, pues ya había leído con profusión la obra de Jorge Amado, me dijo, casi en tono de súplica, que la Historia de España era para André Gunder Frank. Y yo accedí.
Después, casi siempre me detenía ante la mesa de Jesús Díaz. Y aquí me detendré ahora, porque mi relación con Jesús, mi inolvidable amistad con aquel gran escritor, ha resistido los avatares del tiempo y de las decisiones políticas que asumió en los últimos años de su vida.
¿Cómo olvidar su emoción cuando leyó mi primer libro, La guerra tuvo seis nombres, y me dijo tal vez el mayor elogio que recibí?: “Ese libro tendría que haberlo escrito yo”.
Guardo un recuerdo que refleja con nitidez al Jesús que conservo y conservaré siempre en la memoria: lo visitamos el escritor boliviano Renato Prada Oropeza y yo porque Renato quería conocerlo. Hablamos sobre todo de literatura, aunque Jesús no quería hablar de ese tema en ese momento; eran los días de la Zafra de los 10 millones y él estaba trabajando en un central azucarero. Jesús le insistía en el criterio de que hacer literatura en esos momentos era malgastar el tiempo. “La onda es la zafra, Renato, olvida la literatura”. No tengo que decir que Renato se marchó consternado ante semejante criterio. Así era Jesús.
Otra anécdota quisiera compartir con ustedes: en los días aciagos de 1971, del Quinquenio Gris, yo me encontraba a punto de comenzar un injusto castigo. Debía ir a la universidad a recoger algún documento y realmente no me sentía animado a llegar a aquel lugar. De repente, al pasar por el local de Pensamiento Crítico, a través de los cristales, vi a Jesús sentado escribiendo algo en su buró. Entré, le hablé de mi estado de ánimo y que no iría a la universidad, y entonces él se levantó y dijo: “Vamos, voy contigo”. Me echó un brazo sobre los hombros, y me acompañó a la universidad, donde nadie me saludó, y al regreso, cuando salíamos de la Plaza Cadenas, me dijo: “Chino, esto va a durar por lo menos cinco años, tal vez un poco más, nunca menos”. Su vaticinio fue exacto.
Luego los años nos separaron. Tuvimos una larga discusión sobre su notable novela Las iniciales de la tierra, que nos distanció un tiempo. En 1992, presentamos juntos, en el Pabellón Cuba, la Obra narrativa de Lino Novás Calvo, que yo le pedí que seleccionara y prologara. Y al terminar, conmovido, me dijo que dejáramos al tiempo el juicio definitivo de su novela.
Ya había tomado su decisión de abandonarnos, y a partir de ese momento me dio la impresión de que su vida se deslizaba por un camino que no tenía retroceso. Pasaron varios años y lo vi por última vez en España, en 1996, junto con Sacha y Arturo Arango. Nos saludamos con el abrazo de los viejos amigos, nos invitó a comer en su casa y allí conversamos de cuanto nos unía. No hablamos de política, y cuando nos despedimos, ya en la puerta me dijo: “Ojalá puedas terminar tu novela” y me abrazó llorando.
Siempre he pensado que en aquellas lágrimas, el Jesús de siempre, mi hermano Jesús, me estaba entregando lo mejor de nuestra amistad, lo más puro, me estaba regalando el mejor de los recuerdos, y que todo lo demás, hasta el camino que había tomado, era pura circunstancia.
Tal vez por eso yo he querido terminar estas palabras, con el recuerdo de Jesús, el único de aquel equipo de Pensamiento Crítico que ya no está, porque de alguna forma él tendría que estar presente –y a pesar de todo, sé que lo está– en el 50 aniversario de esta revista que fue de todos, que es de todos y que es parte insoslayable de nuestra existencia.
Celebrar estos cincuenta años es una victoria de las ideas.
Gracias.
Eduardo Heras León
21 de febrero de 2017
PALABRAS DE FERNANDO MARTÍNEZ HEREDIA
Desde que era muy pequeño leía todo lo que hallaba, y de muchacho la revista Bohemia fue mi escuela política. Pero ni soñaba en que vendría una gran revolución, que me formó y me cambió una y otra vez, y que por ella llegaría a ser el director de una revista cubana prestigiosa. Pero nunca esperé homenajes, ni cuando éramos centro de tareas hermosas ni cuando pasamos al olvido. A eso me ayudaron José Martí y la Revolución. Ahora, aunque en estos últimos años los que hicimos la revista nos hemos tenido que ir acostumbrando, me emociona mucho recibir este agasajo.
Pero me sobrepongo y contemplo y admiro su sentido profundo. No somos los protagonistas los que un día hicimos Pensamiento Crítico, los jóvenes revolucionarios cubanos comunistas de entonces. Son los jóvenes cubanos revolucionarios, los comunistas de hoy, los que al calor del homenaje, el rescate y el debate pasan la escuela política del presente y hacen la vela de armas que requiere el futuro de luchas en las que se empeñarán y vencerán. Ustedes son los protagonistas.
Che, Fidel y Radio Rebelde.
Este 24 de febrero se conmemora el 59 aniversario de la fundación de Radio Rebelde con la participación directa del Comandante Ernesto Che Guevara, en momentos en que el Ejército Rebelde aún no se había asentado en ningún territorio en la Sierra Maestra.
En los primeros meses de 1957 Frank País y el Che Guevara inician gestiones para subir a la Sierra Maestra un equipo de radio. Frank para tener comunicación con el comandante Fidel Castro, y el Che para instalar una emisora radial que mantuviera una comunicación constante con los distintos mandos del ejército rebelde, así como con el pueblo cubano y el resto del mundo.
En la transmisión especial de radio con motivo del XV aniversario de Radio Rebelde, el 24 de febrero de 1973, el comandante Raúl Castro diría:
“Con la creación de Radio Rebelde, el Che proseguía los esfuerzos por divulgar las ideas revolucionarias, iniciados con el pequeño periódico ‘El Cubano Libre’, así denominado en honor del ejército mambí. A su vez, estos medios de propaganda revolucionaria, surgidos en territorio rebelde, continuaban la senda de las publicaciones clandestinas que a partir de ‘El Acusador’, ‘La Historia me Absolverá’ y los manifiestos número 1 y 2 del Movimiento 26 de Julio, concretaban el principio firmemente sostenido por Fidel de esclarecer, orientar y movilizar a las masas, ante todo diciéndoles la verdad.
“Más tarde Radio Rebelde pasó a la Columna 1 y bajo la dirección de Fidel, se transformó en un poderoso instrumento de la Comandancia General del Ejército Rebelde, no solo desde el punto de vista político-ideológico, sino incluso en la propia conducción de las operaciones militares, lo que en cierto sentido permite afirmar que devino en un centro de comunicaciones del Ejército Rebelde.”
Poco a poco se fue creando un sistema de 32 plantas de radio que difundiera la verdad de la Revolución Cubana por toda la isla y el exterior, y se utilizara como medio de comunicación entre los diferentes frentes guerrilleros.
Durante la ofensiva, la emisora se convierte en un punto estratégico – junto al hospital y la fábrica de minas y granadas – que el enemigo trata de interferir y localizar, pues se había convertido en un medio de difusión de un impacto tremendo. Se bombardeaba mucho; pero nunca pudieron tocar el lugar exacto de la estación.
Al llegar la Columna Invasora “Ciro Redondo” al Escambray, el Che se interesó por disponer de medios que le permitieran mantener la comunicación con la Jefatura en la Sierra Maestra, con Camilo, el pueblo de Las Villas y la capital del país.
Así, el 15 de noviembre de 1958 se estableció comunicación con Radio Rebelde, oportunidad en la que hablaron el Comandante en Jefe Fidel Castro y el Comandante Ramiro Valdés.
Una noche después de terminar la última transmisión, Eduardo Fernández – jefe técnico de la emisora – al manipular el dial del aparato receptor escuchó con asombro que una estación retransmitía el programa que momentos antes había difundido por Radio Rebelde. La estación se identificó como Radio Rumbos, una emisora comercial de Caracas con la que no se había hecho ningún tipo de contacto.
Unos meses después que salió al aire Radio Rebelde, Abel Tamayo, un radioaficionado cubano que estaba emigrado en Caracas, Venezuela, sintonizó la emisora e informó de ello a un grupo de cubanos que formaban la sección Venezuela del Movimiento 26 de Julio. Este hecho fue vital para que se conociera en el continente americano y de primera mano el desarrollo de la lucha guerrillera de la Revolución Cubana.
A través de Radio Rebelde se transmitieron todos los partes de guerra y se informó acerca de los combates que tenían lugar en los distintos frentes, así como se dieron a conocer el 1ero de enero de 1959 las instrucciones para hacer fracasar el intento de golpe militar.
59 años después, Radio Rebelde continúa siendo uno de nuestros medios de comunicación por excelencia en esta guerra de los símbolos que nos impone el imperialismo estadounidense y sus aliados europeos.
Omar Pérez Salomón
sábado, 25 de febrero de 2017
Confirmado, Almagro es CIA
Luis Almagro, Secretario General de la OEA.
Las sucesivas actuaciones del actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, contra los procesos progresistas en Nuestra América confirman sus estrechos vínculos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos.
Almagro, máximo representante del “ministerio de las colonias de Washington”, dígase la OEA, recibe sumas importantes de dinero de la CIA para desde su cargo agredir a las naciones latinoamericanas y caribeñas donde se escenifican procesos revolucionarios.
El “agente” uruguayo al servicio de la mayor potencia extranjera cumple al píe de la letra las órdenes de su amo en la arremetida que desde territorio estadounidense se orquesta y materializa contra la soberanía y la integración de la Patria Grande.
El nuevo “palanganero” de la Casa Blanca, como igual bautizaron al expresidente español José María Aznar por su servilismo sin límites al exmandatario George W. Bush, se comporta como la principal punta de lanza del imperio para revertir la correlación de fuerzas desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
El secretario general de la OEA, con residencia permanente en Washington, tiene como tareas muy bien remuneradas desestabilizar gobiernos progresistas y subvertir el orden regional, y al mismo tiempo respaldar a la derecha y a regímenes golpistas instaurados recientemente en Nuestra América.
Almagro la ha emprendido abierta o solapadamente contra Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otras naciones, mientras se hace de la vista gorda ante los actuales gobernantes neoliberales de Argentina, Brasil y Paraguay, por citar algunos.
Poco o nada le interesa al “palanganero” uruguayo la implementación de los acuerdos para el fin del conflicto en Colombia, y mucho menos que la Patria Grande sea definitivamente una Zona de Paz, como fue declarada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en su segunda Cumbre celebrada en La Habana, Cuba, en 2014.
Claro que la CELAC, le hace sombra a la OEA y a los intereses de esa arcaica y agonizante organización manejada por EE.UU, y que insisten en resucitarla de cualquier manera.
Por cierto, hablando de Cuba, Almagro parece estar metido en las patas de los caballos, al pretender ser “actor” de una nueva acción subversiva contraria a la mayor de las Antillas, organizada desde el enclave terrorista norteamericano de Miami y por conocidos mercenarios pagados por la CIA.
Según reportes de prensa internacionales, el máximo representante de la OEA fue convidado a recibir un galardón en La Habana que han inventado “opositores” cubanos con el financiamiento miamense.
Por supuesto que las autoridades del decano archipiélago caribeño se arrogan el derecho de impedirle al “premiado” que entre en el país porque su postura constituye un acto contra la soberanía de Cuba.
Conociendo a los cubanos, es recomendable para el “agente” Almagro que deje a un lado su excesivo protagonismo, y servilismo a Washington. La Revolución del 1 de enero de 1959 liderada por el histórico Comandante en Jefe Fidel Castro y por el presidente Raúl Castro es experta en tratar a injerencistas como el ahora secretario general de la OEA.
Patricio Montesinos
Cuba es víctima no victimaria
La guerra psicológica conformada por Estados Unidos contra la Revolución cubana desde 1959, intenta fabricar la imagen de que es Cuba la violadora de todos los derechos habidos y por haber, cuando en realidad el proceso socialista es quien más ha hecho por el bienestar de su pueblo, quien siempre sufrió los embates y desigualdades económicas, sociales, raciales y de género durante las décadas de capitalismo.
Siguiendo es vieja y fracasada política, la mafia terrorista anticubana de Miami no acepta que la Casa Blanca haya reconocido sus fracasos e iniciara una nueva estrategia para liquidar el socialismo, aunque para lograrlo restableciera las relaciones diplomáticas y permitiera que más estadounidenses viajaran a Cuba, como embajadores de sus valores y símbolos, al decir de Barack Obama.
Para presionar al nuevo presidente, Donald Trump, los mafiosos diseñaron otra de sus payasadas consistente en entregarle en La Habana un “premio” a Luis Almagro, secretario de la OEA, organismo al que Cuba no pertenece, y para darle más picante al guiso convocaron a la exministra de Educación de Chile Mariana Aylwin y al ex presidente de México Felipe Calderón, creyéndose que los cubanos iban a permitir que en su casa se conformara ese show mediático.
Al conocer ambos personajes que no se les permitiría entrar a la Isla, de inmediato formaron la gran alharaca, como vulgares repetidores de lo que les indicaron hacer desde Washington y Miami.
Según declaró la señora Aylwin: “así son las dictaduras”, sin reconocer que planeaba viajar con un visado de turismo que no le permite realizar otras actividades que no sean de placer y recreo, lo mismo que exige su país, pero con la diferencia que para visitar a Cuba no hay que acudir a un consulado, llenar largos cuestionarios y esperar varias semanas por una respuesta, como sucede con aquellos que desean visitar Chile.
Sería beneficioso que la ex ministra solicitara información a su Ministerio de Asuntos Exteriores, para que conociera lo que dicen las visas de turismo chilenas respecto a la prohibición de ejecutar actividades políticas, incluso contra terceros países.
¿Entonces con que moral le reclama a Cuba que no tome medidas para defenderse de los planes de Estados Unidos para intentar desestabilizar el orden interno?
A darle clases de democracia a los que maltratan a los chilenos y después que mire hacia otros lugares.
Otro tanto debe conocer el expresidente de México Felipe Calderón, quien ni siquiera se ha pronunciado por defender a sus ciudadanos expulsados por Estados Unidos, sin tener piedad al separar a padres de sus hijos menores.
México es el imperio de la violencia ciudadana, la corrupción y las violaciones más plenas de los derechos humanos. ¿eso no lo conoce quien tuvo la responsabilidad de dirigir los destinos de esa hermana nación?
De acuerdo con cifras oficiales divulgadas, el presente 2017 es el año con el inicio de mayor violencia registrada en la historia de México, con mil 938 homicidios solo en el mes de enero.
Los datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública expresan que “en 25 de las 32 entidades hubo un incremento de asesinatos solo en enero, lo que significa cerca del 80 por ciento del país”.
El Sr. Calderón antes de prestarse a una burda provocación en Cuba a favor de la política diseñada por la mafia de Miami, debería preocuparse y ocuparse por lo que les sucede a sus conciudadanos, algo que jamás se ha registrado en la mayor de las Antillas después de 1959.
Quizás detrás de los altos muros de su mansión mexicana, el expresidente no conozca que el número de homicidios dolosos registrados en enero 2017 representa la tercera cifra mensual de asesinatos más alta desde que el actual mandatario Enrique Peña Nieto, asumió la presidencia.
Solo durante los meses de agosto y septiembre del 2016, se conoció el mayor número de asesinatos en México, con mil 950 y mil 982 casos respectivamente, pero el promedio en enero 2017 fue de 62 homicidio diarios, con 69 víctimas y entre dos y tres asesinatos cada hora del día.
En cuanto a las declaraciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) mexicana, donde “lamenta la decisión del Gobierno de Cuba de no autorizar la visita a La Habana del expresidente Felipe Calderón”, antes de solidarizarse con una acción de pura injerencia en los asuntos internos cubanos, debería recordar como ellos deniegan a diario la entrada a su país de decenas de ciudadanos cubanos, y las múltiples exigencias que les solicitan, incluida la presentación de cuentas bancaria, algo que Cuba no practica.
Vaya el sr. Calderón a resolver los gravísimos asuntos internos de su patria y deje en paz al pueblo cubano que sufre y resiste estoicamente la guerra económica más larga y criminal de la historia de la humanidad, algo que al parecer no les interesa ni a él ni a la ex ministra chilena.
A los cubanos les asiste todo el derecho de impedir las provocaciones fomentadas desde el exterior, con el malsano propósito de fabricar campañas tendenciosas contra su Revolución, esa que Estados Unidos intenta derrocar a toda costa y costo, incluyendo los intentos de asesinar a su líder histórico Fidel Castro, unido a los múltiples actos terroristas plasmados en programas de Acción Encubierta de la CIA, hoy desclasificados y publicados.
No por gusto José Martí aseveró: “El lacayo muda de amo, y se alquila al señor de más lujo y poder”.
Arthur González, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.
Fidel después de Fidel
Con este texto de Gallego, desde Camagüey, comienza en La Tiza la publicación de un grupo de valoraciones escritas por jóvenes que provienen de distintas profesiones, espacios culturales y visiones de la Cuba que será, motivados por la pregunta que da inicio al texto.
“Después de Fidel ¿qué?” ha sido la idea que nos ha reunido a un grupo de jóvenes para reflexionar y debatir acerca del futuro a corto y mediano plazo de Cuba luego de la muerte de Fidel Castro, máxima figura del proceso revolucionario iniciado en 1959.
Considero que para hacer productivo este debate, la pregunta debe ser planteada desde dos dimensiones, que aunque complementarias, no necesariamente tienen iguales implicaciones: 1- Fidel entendido como figura con capacidad de acción real sobre las políticas que determinan el rumbo del país y; 2- Fidel entendido como generador de pensamiento y de un corpus ideológico.
En el caso de la primera dimensión, la pregunta en cuestión podría plantearse incluso mucho antes del 25 de noviembre de 2016. A mi juicio la incidencia real, puntual y concreta de Fidel sobre las decisiones y políticas del país estaba bastante limitada -ya sea por salud, voluntad propia, estrategia política o una mezcla de todas- algún tiempo después de que renunciara a sus cargos y comenzara el primer período de Raúl Castro como Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y presidente electo de los Consejos de Estado y de Ministros.
Cuba tiene un vacío enorme en términos de comunicación política y visibilidad de los procesos de gobernanza que limitan una valoración profunda en una cuestión tan complicada como esta; pero si se analizan las reflexiones publicadas por Fidel se puede observar cómo su foco de interés estuvo concentrado en mayor medida en temas generales de política internacional e históricos, y estos últimos incluso fueron cediendo espacio ante temáticas relacionadas con la protección del medio ambiente, el desarrollo sustentable, la conservación de la especie humana y otras. También resulta sintomático que varios de los programas de la llamada Batalla de Ideas, impulsada por Fidel a principios de siglo, fueran desapareciendo o recibiendo muchísimo menos recursos y prioridad –por razones económicas o de planificación- luego de la toma de poder de Raúl Castro.
Por otra parte, las sustituciones de cuadros y ascenso a puestos claves del gobierno y la economía de figuras con formación y funciones militares, así como el posicionamiento de empresas militares en las principales ramas de la economía (turismo, importaciones, construcción) también estaban consolidados mucho antes del 25 de noviembre de 2016.
Por tanto, en este sentido, no creo que la muerte de Fidel signifique un elemento decisivo para el cambio de rumbo en las medidas que ha adoptado o dejado de adoptar la máxima dirección del país en la última década.
Ahora bien, si pasamos a la segunda dimensión, las respuestas a la pregunta podrían ser muy diferentes. Luego de cinco décadas en que las ideas y criterios de Fidel -incluso aquellos que resultaron menos afortunados- marcaran los derroteros del país, es de esperar que todo ese núcleo de pensamiento plasmado en términos éticos y también prácticos, siga teniendo una presencia real, como ha sucedido con la mayoría de los grandes líderes y estadistas de la historia.
Y aquí, lo primero que debemos preguntarnos entonces es: ¿A qué llamamos “pensamiento de Fidel”? ¿Cuáles son sus dimensiones y categorías? ¿Cómo se integran y relacionan en un sistema conceptual coherente y orgánico? ¿Podemos realmente dar respuestas a estas preguntas o estamos cosificando un grupo de ideas en algo que llamamos “pensamiento de Fidel”, mitificado al estilo barthesiano y que intenta pasar por obvio algo que en realidad tienen mucho de desconocido?
Por alarmante que suene creo que esta es una tarea pendiente, que requiere de mucho trabajo serio, estudio, análisis crítico, sincero y desprejuiciado que posibilite ordenar y construir –entre la múltiple producción de ideas de Fidel sobre todo la expresada oralmente en sus discursos– la síntesis del pensamiento fidelista. De lo contrario, lo que puede ser un reservorio conceptual importante para el sostenimiento y perfeccionamiento de la obra social y los principios de la Revolución, pudiera petrificarse en un conjunto fraseológico descontextualizado y empleado a conveniencia por los nuevos “guardianes de la fe”, “los más fidelistas que Fidel” –que ya existen y de seguro seguirán emergiendo– para mantener las posiciones de poder que poseen o para conquistar nuevos espacios, incluso cuando proponen y ejecutan acciones contrarias al propio pensamiento que dicen defender.
Y esto no es una suposición o un escenario posible, es algo que ya sucede. Un pequeño ejemplo reciente: Luego de que finalizaron los nueve días de luto oficiales por la muerte de Fidel circuló por las instituciones culturales del país un documento con un grupo de veinte medidas que limitaba la realización de cualquier tipo de actividad festiva, bailable o humorística durante todo el mes de diciembre en espacios públicos, instituciones y medios de comunicación, incluyendo el fin de año, con toda la significación cultural que encierra esa fecha para la mayoría de los cubanos.
En resumen, era una forma disimulada de establecer un luto extendido y forzado que además de ser contraproducente política y simbólicamente, se encuentra en franca contradicción con el deseo explícito de Fidel de redactar una norma legal que impidiera que el país se llenara de estatuas, pinturas y espacios con su nombre e imagen. Por suerte, a poco más de una semana de haber circulado las “Indicaciones sobre el ajuste de la programación de diciembre”, los estados de opinión pública o la decisión de alguien posicionado en las altas esferas políticas, hicieron que se desestimaran algunas de sus orientaciones más excesivas y quedaran como “un error de interpretación”.
Cuba se encuentra inmersa en un proceso necesario e impostergable de transformaciones económicas y sociales, en medio de un contexto internacional marcado por el repunte de ideologías conservadoras, y la mayoría de las decisiones que se pueden tomar en función de mejorar la economía nacional en un mundo predominantemente capitalista traen aparejadas cuotas de riesgo que no pueden dejar de desconocerse. En este sentido es importante tener presentes los principios de equidad, justicia social y soberanía plasmados en buena parte del ideario de Fidel.
Sin embargo, los cubanos tenemos en José Martí el ejemplo palpable de cómo, en demasiadas ocasiones, un sistema de pensamiento profundo, complejo y crítico puede ser reducido a frases descontextualizadas, simplificado, despojado de su complejidad y usado a conveniencia lo mismo para impulsar, que para contener. Sirva de ejemplo, aquella frase de que “la prensa es otra cuando se tiene en frente al enemigo”(A nuestra prensa, 1892) tan sacada de contexto, malinterpretada y manida dentro del gremio periodístico cuando quiere justificarse la censura sobre el ejercicio de la crítica.
Sin ir muy lejos, la propia definición ética que dio Fidel sobre el término Revolución en mayo de 2001, se ha convertido ya en una especie de consigna que se reitera a la par que se incumple en varios de sus puntos, y que debido al sobredimensionamiento que se le ha dado luego de la muerte de Fidel pudiera correr el riesgo de convertirse en la síntesis que sustituya todo su ideario. Por otra parte, al ser un pensamiento planteado en términos éticos, puede dar lugar a diferentes interpretaciones: “cambiar todo lo que debe ser cambiado” puede servir de bandera lo mismo a tesis progresistas y revolucionarias, que a otras conservadoras y neoliberales. Muchos de los grandes avances y retrocesos que en materia social y política ha vivido la humanidad, se han hecho utilizando la palabra “cambio” como consigna.
Por otro lado, a diferencia del ideario martiano, el pensamiento de Fidel no solo está planteado en términos éticos, sino que también tiene correlato práctico en cuestiones altamente positivas como sistemas de salud y educación universales, gratuitos y con amplios niveles de desarrollo; en políticas para el fomento de las capacidades científicas, culturales y deportivas de los ciudadanos; en la inclusión de las mujeres como grupo social activo de pleno derecho, entre otras. Pero también está concretado en un sistema político unipartidista y vertical que desborda los límites de sus funciones y que por lo general no ha sido lo suficientemente inclusivo ni tolerante con otras formas de pensamiento; un modelo de gobierno y participación ciudadana que presenta serias limitaciones para el ejercicio democrático pleno a todos los niveles; y un modelo económico necesitado de transformaciones urgentes que afecta considerablemente el mantenimiento de las conquistas de la Revolución, por solo citar algunas de las áreas más conflictivas.
Pensar que las características de estas estructuras –que responden a circunstancias y situaciones específicas– son sinónimo de premisas inamovibles para el futuro de Cuba o equipararlas con la concreción práctica unívoca de los principios del socialismo, pueden hacer que el pensamiento de Fidel –o el uso de lo que se presente como el pensamiento de Fidel– se convierta más en un freno que en un motor.
Por tanto, respondiendo a la pregunta inicial de este trabajo, uno de los principales retos que tiene Cuba después de Fidel, es que seamos capaces de establecer con su ideario lo que no fuimos capaces de hacer en casi medio siglo: lograr un diálogo horizontal, crítico, desacralizado con sus ideas y proyectos, tanto aquellos que están formulados en términos éticos como los que se encuentran concretados en instituciones, sistemas o modelos. Que las frases y pensamientos de Fidel no sean empleados como argumentos de autoridad esgrimidos para poner puntos finales a debates que resulten “incómodos”, que no se conviertan en la barrera que impone los límites infranqueables en función de determinados criterios e intereses, en el catecismo a profesar sin cuestionar. Que las aristas de su pensamiento se conviertan en un lugar de búsqueda, de estudio, de reflexión, de inspiración –para el que así lo sienta– pero sin jerarquías ni tabúes; como estímulo y nunca como pauta.
Ese es el gran reto. Difícil, complicado y con toda sinceridad, pienso que nos costará mucho afrontarlo con éxito por tres razones fundamentalmente: 1- Porque es muy poco probable que al menos en el corto y mediano plazo logremos establecer con el pensamiento de Fidel una relación diferente a la de idolatría/temor que se estableció con el propio Fidel; 2- Porque el trabajo político ideológico en Cuba de manera general se ha caracterizado por el consignismo y la sobresaturación, más que por la creatividad y la mesura, y resulta ingenuo pensar que el pensamiento de Fidel no sufrirá las mismas lógicas de reducción, sacralización y repetición a las que han sido sometidos los idearios martiano, marxista, guevariano, maceísta entre otros; y 3- Porque lo que hemos visto en estos primeros meses por los medios de comunicación reafirma las dos razones anteriores.
No obstante, el solo hecho de plantear, discutir y confrontar abiertamente sobre estas ideas resulta saludable para evitar la cosificación del pensamiento fidelista en un sistema cerrado, dictatorial y excluyente. Sobre todo, son una señal esperanzadora cuando la idea nace, sin censuras ni condicionamientos previos, de manera espontánea en un grupo de jóvenes.
Ojalá iniciativas como estas ganen en convocatoria, apoyo y difusión, y no les toque caer –como ha ocurrido muchas veces– en la “lista negra” de algún funcionario de sapiencia superior e hipersensibilidad patriótica que las condene descargando un puñetazo seco sobre su buró mientras una sensación de ira le recorre desde la punta de la barriga hasta donde logra abrochar el último botón de la guayabera y espeta lleno de pasión cólerica: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”.
José Raúl Gallego Ramos
La Tiza
viernes, 24 de febrero de 2017
Cultura de los símbolos y realidades de la cultura
El pasado 16 de febrero viajé a Santiago de Cuba con el colega Arnold August para rendir tributo, ante sus respectivas tumbas, a José Martí y a Fidel Castro. Buen amigo de Cuba, sobre cuya realidad revolucionaria ha escrito libros y artículos basados en su conocimiento directo del terreno, August había venido como parte de la delegación de su país, Canadá, a la Feria del Libro de La Habana, dedicada este año a esa nación. Entre sus contribuciones personales a la cita destacó una ponencia —“Fidel Castro, el poder político y la nueva cultura”, que reprodujo Cubadebate —, en el coloquio sobre el líder de la Revolución.
Al margen de esa labor quiso también consumar —por su cuenta, sin carga para ninguna institución del país— el homenaje aludido. Por su programa en la Feria y en torno a ella, y por la fecha fijada para el regreso a Toronto, la ciudad canadiense donde reside y trabaja, debía viajar a Santiago y volver a La Habana el mismo día, lo que se complicó porque ya no había espacios en vuelos a Santiago, sino a Holguín. Tuvo que reservar la ida y la vuelta para los vuelos CU 964 y 974, respectivamente, asignados a un Boeing 737, y, por ser vuelos chárter, más caros, en pesos convertibles para ambos viajeros.
Para los desplazamientos Holguín-Santiago-Holguín logramos un taxi tramitado por Ezequiel Hernández Gómez, vicepresidente de la filial holguinera de la Unión de Periodistas de Cuba. El conductor, Roberto Rodríguez Pérez, fue eficiente, respetuoso y cordial. Entre los taxistas privados y los de Cubataxi —que es su caso— contactados, fue el que puso el precio menos alto, algo de agradecer, sobre todo porque en el país lo primero que se le hace a un taxi, aunque sea un vehículo de estreno, es anularle el taxímetro.
Desde que el avión despegó hacia Holguín las informaciones se dieron solo en inglés, aunque los pasajeros eran de distintas nacionalidades, no pocos hispanohablantes, incluidos cubanos residentes en Cuba. Ya avanzado el vuelo, le pregunté a la amable aeromoza que nos atendía por qué se hacía así aunque viajábamos en un avión operado por Cuba, con boletos vendidos aquí por Cubana de Aviación y en un vuelo nacional. Se deshizo en explicaciones: que el avión no es cubano, que está alquilado a Italia, que lo opera no recuerdo qué agencia (cubana), que el sobrecargo principal es italiano... Le faltó aducir el dominio estadounidense sobre la multinacional Boeing, y el sabor de ese nombre.
Entonces —le dije— ¿por qué no dan la información en español, italiano e inglés, en ese orden, si creen que el inglés es el idioma del mundo y no la lingua franca de un imperio, por influjo de la cual en aeropuertos y reservaciones aéreas del país su capital se llama Havana, mientras que en aeropuertos de otras latitudes se llama La Habana? La respuesta última fue que eso no dependía de ella , contestación que encarna una tragedia nacional.
No obstante, a punto de aterrizar en Holguín, el mensaje final a los viajeros se dio en español, italiano e inglés. Lleno de ilusiones, pensé: ¿Será que la queja surtió algún efecto? De hecho la habían respaldado quienes viajaban en la misma fila que August y yo: un cubano de Cuba nacido en Birán —como Fidel— y un matrimonio de turistas: peruana ella; él, un mexicano a quien la alegría del viaje no le impidió comentar dignamente la realidad impuesta a su país por factores internos (¡ay, Ayotzinapa!) y por designios estadounidenses.
No se debe menospreciar el valor cultural, político, histórico y moral de los símbolos, ni sucumbir al pensamiento pragmático, al acomodamiento y la resignación, que llevan a ignorar “detallitos” como la importancia de que, quien esté en Cuba, sienta que se halla en este país, no en otro, y lo rodea la cultura cubana, no otra. Si se desestima —ya sea en aviones o en uniformes de peloteros— lo que representa a la nación, desde la lengua —que tiene nombre de otro país pero lo han creado pueblos que le han impregnado su alma— hasta la bandera, el himno y el escudo, ¿por qué asombrarse de que proliferen símbolos y expresiones del imperio que se las ha arreglado para poner en marcha una maquinaria cultural, o anticultural, dominante, con recursos para imponerse como si fuera un hecho natural, si no divino? Se trata del mismo imperio que, pese a todo, mantiene el bloqueo económico, financiero y comercial contra Cuba y sigue tratando de torcerle el camino.
El destino primero del viaje era el cementerio de Santa Ifigenia, y a él llegamos sin percatarnos del madrugón que casi nos había impedido dormir la noche anterior. Valió la pena. ¡Cuánta callada y apreciable veneración en quienes —de Cuba y de otros países— van hasta allí para honrar el último testimonio de la existencia física de héroes fundadores!
A la entrada está el austero mausoleo de Fidel, como una trinchera de piedra, y de ideas, puesta a amparar a Martí, cuyos restos se encuentran a pocos metros. Ni siquiera percibimos el exceso de molesto control que, según nos habían dicho, hallaríamos en torno a la roca natural que protege las cenizas de Fidel, ni hay por qué descartar que, con el paso del tiempo y una mayor aceptación de la pérdida física del líder, y sin ceder al descuido ni perder solemnidad, la necesaria custodia se torne cada vez menos perceptible.
Todavía la organización topográfica para los movimientos por el sitio dificulta ver el cementerio y tomar fotos desde algunos ángulos que harían de ellas imágenes más representativas aún. Pero es necesario cuidar el sitio con esmero, y cualquier escollo resulta pequeño ante la emoción de acercarse a los lugares donde reposan los que fueron los huesos de luchadores que jamás descansaron cuando se trataba de defender a la patria natal, y a esa patria mayor que es la humanidad, en la que también se nace, se vive y se muere.
No se esbozará aquí, ni de lejos, la historia de aquel cementerio, ni un inventario de los restos sagrados que alberga. Sobre eso hablan datos y juicios en textos de varios autores, y este artículo tampoco intentará —¿con qué palabras?— dar fe de lo que allí se siente. También sobre eso abundan y abundarán asimismo testigos y testimonios, aunque tal vez ninguno alcance la altura de la realidad y las emociones que los animan.
Llegamos asimismo al otro punto relevante planeado para el viaje: Birán. Conmueve y alecciona como sitio donde nació quien devendría líder de la Revolución Cubana. Allí sobreviven signos que recuerdan desigualdades económicas y sociales de aquella época: a no muchos metros de la casona de la propiedad, se ven varias barracas de yagua, techo de guano y piso de tierra donde se alojaban inmigrantes antillanos, en especial de Haití, que acudían a Cuba para buscarse la vida, o la muerte, en el corte de caña y otros menesteres rudos. Y se aprecia el deseo justiciero con que el dueño, Ángel Castro, padre de Fidel y otros revolucionarios, procuró que niños y niñas de la servidumbre y de los alrededores tuvieran una escuela, la misma donde iniciaron el aprendizaje sus propios hijos.
El enclave alecciona igualmente, o sobre todo, por lo que aporta como otra prueba de la capacidad de algunos seres humanos —así el líder cuya existencia hizo que aquel entorno deviniese histórico— para no atascarse en lo mezquino y, en vez de eso, pensar más en el bienestar colectivo que en el suyo. De lo contrario, Fidel Castro Ruz pudo haber sido un millonario más, un abogado lleno de riquezas materiales, como en sus circunstancias pudo haber hecho José Martí, a quien talento le sobraba para saltar muy por encima de su origen humilde —que honró con su conducta, con cada uno de sus actos, con su vida de asceta— y hacerse una fortuna. Pero escogió ser uno de los pobres de la tierra, y tuvo plena moral para proclamar la decisión, consumada, de echar su suerte con ellos.
La necrópolis de Santa Ifigenia yo la conocía de varias visitas, todas antes de la partida de Fidel, y hacía más de cuarenta años que había visitado Birán, y aquellos lares me aportaban algo nuevo, como ocurre con sitios de tal índole, de tal significación. Pero, aunque las imágenes me reanimaban sentimientos o me despertaban otros, me detenía a observar en especial —sin comentarle nada, para no interferir en ellas— las emociones que, en silencio, experimentaba Arnold. Percibirlas bastaba para confirmar lo que Cuba, su historia y su Revolución representan para el mundo que José Martí se propuso alzar con el proyecto de 1895 y para todos los tiempos, con un ímpetu retomado por Fidel, en especial desde los sucesos del 26 de julio de 1953 y sus preparativos.
No noventa, ni cien, ni mil, infinitas razones hay para comprender la importancia de salvar a Cuba y su experimento justiciero, un propósito en que no cabe descuidar nada, ni lo que pudiera parecer minucia. El 22 de julio de 1893, en una circular a los presidentes de los clubes del Partido Revolucionario Cubano, Martí plasmó un principio de conducta que también hizo suyo Fidel: “ la pobreza pasa: lo que no pasa es la deshonra que con pretexto de la pobreza suelen echar los hombres sobre sí”.
Con esos sentimientos llegamos al aeropuerto Frank País, para tomar el avión en que debíamos viajar hasta La Habana, pero nos llevamos una sorpresa: no vimos ningún anuncio sobre ese vuelo. Preguntando, topamos con una noticia escueta, como si no requiriese ninguna explicación, que tampoco tuvimos: estaba cancelado, y nos subirían a otro avión. La información no resultaba clara, y, aunque fuimos tratados con vocación de amabilidad —una vocación que, para realizarse en plenitud, en casos tales demanda hechos—, sentimos necesario reclamar que se nos asegurase el regreso esa noche.
Insistimos en ello desde que recibimos la inquietante noticia, y renovamos el afán al oír que llamaban a los viajeros de otro vuelo y, al parecer, no se nos tenía en cuenta. Cuando preguntamos, la respuesta fue que debíamos seguir esperando. Temimos quedarnos varados largamente en aquel aeropuerto, lo que habría dado al traste con citas que, como una en Prensa Latina, Arnold tenía concertada en La Habana para la mañana siguiente.
No nos quedamos allí varados, pero tampoco se indemnizó a quienes —como el amigo canadiense— habían hecho reservaciones para un vuelo que, por ser chárter y tener supuestamente determinadas características adicionales, era bastante más caro. “Cubana no indemniza”, fue en esencia la respuesta que recibimos, y que expresa una deficiencia de funcionamiento nacional que habrá que revertir —de manera orgánica, como cuando se trate, por ejemplo, de personas que sufran accidentes debido al mal estado de calles y aceras— para lograr el país que necesitamos, debemos y deseamos tener: con prosperidad y ética sustentables, como se demanda que sea.
Si aún no hay recursos para reparar las vías públicas, para devolver lo que se ha cobrado de más no parece que hagan falta inversiones muy significativas. Sentido de responsabilidad sí se requiere, y eso nada ni nadie puede ni debe acorralarlo. En una nación bloqueada, no solo su línea aérea puede tener déficits, carencias materiales explicables, pero sería suicida acostumbrarse a ellas con la inercia acuñada en “Eso no está a mi alcance” o “Ese no es asunto mío”, expresiones que de distintas formas son cotidianas, y percibimos desde el primer tramo del vuelo. Aunque, al menos, este fue puntualísimo, y felizmente desmintió lo dicho por la vendedora de la reservación en Cubana al preguntársele si, dadas sus características —mayor precio incluido—, se cumpliría el itinerario programado: “Cubana no es puntual”, dijo con una franqueza tan natural como escalofriante.
Si la nación no toma esos toros, y otros, por los cuernos, y no alcanza los logros que tiene el deber de cosechar, quedará lejos de lograr todo lo que está llamada a realizar “para merecer decir somos Fidel”, título de un texto publicado en este portal Cubarte y escrito por el mismo autor del presente artículo. En todo caso, llegar a ese merecimiento y no hacer tal proclamación será más honroso que hacerla sin merecerlo. La grandeza de la memoria y el ejemplo de Martí y de Fidel, y de otros muchos héroes fundadores, exige que su pueblo y todas sus instituciones se apliquen a rendirles homenaje de pensamiento y de actos, en forma permanente y a la altura de lo que ellos legaron a su patria y al mundo.
Esa realidad estuvo presente en lo dicho por Arnold August cuando ya volábamos hacia La Habana: “Siempre recordaré este día. Cumplí el sueño de rendirles homenaje a Martí y al Comandante en Santa Ifigenia. Ya olvidé lo desagradable ocurrido”. Agradezcamos al buen amigo su lealtad, su ejercicio de memoria selectiva para pasar por alto déficits que dañan no solo la imagen de Cuba —lo que ya sería grave—, sino también su funcionamiento. Pero nosotros no podemos olvidar los desaguisados, ni dejar de combatirlos, pues solo erradicándolos estaremos en condiciones de cambiar todo lo que debe ser cambiado, y cultivar las realidades de una cultura llamada a seguir, tesonera y creativamente, las lecciones de quienes trazaron el camino y lo abonaron con sus sacrificios y su inteligencia.
Luis Toledo Sande
Cubarte
Al margen de esa labor quiso también consumar —por su cuenta, sin carga para ninguna institución del país— el homenaje aludido. Por su programa en la Feria y en torno a ella, y por la fecha fijada para el regreso a Toronto, la ciudad canadiense donde reside y trabaja, debía viajar a Santiago y volver a La Habana el mismo día, lo que se complicó porque ya no había espacios en vuelos a Santiago, sino a Holguín. Tuvo que reservar la ida y la vuelta para los vuelos CU 964 y 974, respectivamente, asignados a un Boeing 737, y, por ser vuelos chárter, más caros, en pesos convertibles para ambos viajeros.
Para los desplazamientos Holguín-Santiago-Holguín logramos un taxi tramitado por Ezequiel Hernández Gómez, vicepresidente de la filial holguinera de la Unión de Periodistas de Cuba. El conductor, Roberto Rodríguez Pérez, fue eficiente, respetuoso y cordial. Entre los taxistas privados y los de Cubataxi —que es su caso— contactados, fue el que puso el precio menos alto, algo de agradecer, sobre todo porque en el país lo primero que se le hace a un taxi, aunque sea un vehículo de estreno, es anularle el taxímetro.
Desde que el avión despegó hacia Holguín las informaciones se dieron solo en inglés, aunque los pasajeros eran de distintas nacionalidades, no pocos hispanohablantes, incluidos cubanos residentes en Cuba. Ya avanzado el vuelo, le pregunté a la amable aeromoza que nos atendía por qué se hacía así aunque viajábamos en un avión operado por Cuba, con boletos vendidos aquí por Cubana de Aviación y en un vuelo nacional. Se deshizo en explicaciones: que el avión no es cubano, que está alquilado a Italia, que lo opera no recuerdo qué agencia (cubana), que el sobrecargo principal es italiano... Le faltó aducir el dominio estadounidense sobre la multinacional Boeing, y el sabor de ese nombre.
Entonces —le dije— ¿por qué no dan la información en español, italiano e inglés, en ese orden, si creen que el inglés es el idioma del mundo y no la lingua franca de un imperio, por influjo de la cual en aeropuertos y reservaciones aéreas del país su capital se llama Havana, mientras que en aeropuertos de otras latitudes se llama La Habana? La respuesta última fue que eso no dependía de ella , contestación que encarna una tragedia nacional.
No obstante, a punto de aterrizar en Holguín, el mensaje final a los viajeros se dio en español, italiano e inglés. Lleno de ilusiones, pensé: ¿Será que la queja surtió algún efecto? De hecho la habían respaldado quienes viajaban en la misma fila que August y yo: un cubano de Cuba nacido en Birán —como Fidel— y un matrimonio de turistas: peruana ella; él, un mexicano a quien la alegría del viaje no le impidió comentar dignamente la realidad impuesta a su país por factores internos (¡ay, Ayotzinapa!) y por designios estadounidenses.
No se debe menospreciar el valor cultural, político, histórico y moral de los símbolos, ni sucumbir al pensamiento pragmático, al acomodamiento y la resignación, que llevan a ignorar “detallitos” como la importancia de que, quien esté en Cuba, sienta que se halla en este país, no en otro, y lo rodea la cultura cubana, no otra. Si se desestima —ya sea en aviones o en uniformes de peloteros— lo que representa a la nación, desde la lengua —que tiene nombre de otro país pero lo han creado pueblos que le han impregnado su alma— hasta la bandera, el himno y el escudo, ¿por qué asombrarse de que proliferen símbolos y expresiones del imperio que se las ha arreglado para poner en marcha una maquinaria cultural, o anticultural, dominante, con recursos para imponerse como si fuera un hecho natural, si no divino? Se trata del mismo imperio que, pese a todo, mantiene el bloqueo económico, financiero y comercial contra Cuba y sigue tratando de torcerle el camino.
El destino primero del viaje era el cementerio de Santa Ifigenia, y a él llegamos sin percatarnos del madrugón que casi nos había impedido dormir la noche anterior. Valió la pena. ¡Cuánta callada y apreciable veneración en quienes —de Cuba y de otros países— van hasta allí para honrar el último testimonio de la existencia física de héroes fundadores!
A la entrada está el austero mausoleo de Fidel, como una trinchera de piedra, y de ideas, puesta a amparar a Martí, cuyos restos se encuentran a pocos metros. Ni siquiera percibimos el exceso de molesto control que, según nos habían dicho, hallaríamos en torno a la roca natural que protege las cenizas de Fidel, ni hay por qué descartar que, con el paso del tiempo y una mayor aceptación de la pérdida física del líder, y sin ceder al descuido ni perder solemnidad, la necesaria custodia se torne cada vez menos perceptible.
Todavía la organización topográfica para los movimientos por el sitio dificulta ver el cementerio y tomar fotos desde algunos ángulos que harían de ellas imágenes más representativas aún. Pero es necesario cuidar el sitio con esmero, y cualquier escollo resulta pequeño ante la emoción de acercarse a los lugares donde reposan los que fueron los huesos de luchadores que jamás descansaron cuando se trataba de defender a la patria natal, y a esa patria mayor que es la humanidad, en la que también se nace, se vive y se muere.
No se esbozará aquí, ni de lejos, la historia de aquel cementerio, ni un inventario de los restos sagrados que alberga. Sobre eso hablan datos y juicios en textos de varios autores, y este artículo tampoco intentará —¿con qué palabras?— dar fe de lo que allí se siente. También sobre eso abundan y abundarán asimismo testigos y testimonios, aunque tal vez ninguno alcance la altura de la realidad y las emociones que los animan.
Llegamos asimismo al otro punto relevante planeado para el viaje: Birán. Conmueve y alecciona como sitio donde nació quien devendría líder de la Revolución Cubana. Allí sobreviven signos que recuerdan desigualdades económicas y sociales de aquella época: a no muchos metros de la casona de la propiedad, se ven varias barracas de yagua, techo de guano y piso de tierra donde se alojaban inmigrantes antillanos, en especial de Haití, que acudían a Cuba para buscarse la vida, o la muerte, en el corte de caña y otros menesteres rudos. Y se aprecia el deseo justiciero con que el dueño, Ángel Castro, padre de Fidel y otros revolucionarios, procuró que niños y niñas de la servidumbre y de los alrededores tuvieran una escuela, la misma donde iniciaron el aprendizaje sus propios hijos.
El enclave alecciona igualmente, o sobre todo, por lo que aporta como otra prueba de la capacidad de algunos seres humanos —así el líder cuya existencia hizo que aquel entorno deviniese histórico— para no atascarse en lo mezquino y, en vez de eso, pensar más en el bienestar colectivo que en el suyo. De lo contrario, Fidel Castro Ruz pudo haber sido un millonario más, un abogado lleno de riquezas materiales, como en sus circunstancias pudo haber hecho José Martí, a quien talento le sobraba para saltar muy por encima de su origen humilde —que honró con su conducta, con cada uno de sus actos, con su vida de asceta— y hacerse una fortuna. Pero escogió ser uno de los pobres de la tierra, y tuvo plena moral para proclamar la decisión, consumada, de echar su suerte con ellos.
La necrópolis de Santa Ifigenia yo la conocía de varias visitas, todas antes de la partida de Fidel, y hacía más de cuarenta años que había visitado Birán, y aquellos lares me aportaban algo nuevo, como ocurre con sitios de tal índole, de tal significación. Pero, aunque las imágenes me reanimaban sentimientos o me despertaban otros, me detenía a observar en especial —sin comentarle nada, para no interferir en ellas— las emociones que, en silencio, experimentaba Arnold. Percibirlas bastaba para confirmar lo que Cuba, su historia y su Revolución representan para el mundo que José Martí se propuso alzar con el proyecto de 1895 y para todos los tiempos, con un ímpetu retomado por Fidel, en especial desde los sucesos del 26 de julio de 1953 y sus preparativos.
No noventa, ni cien, ni mil, infinitas razones hay para comprender la importancia de salvar a Cuba y su experimento justiciero, un propósito en que no cabe descuidar nada, ni lo que pudiera parecer minucia. El 22 de julio de 1893, en una circular a los presidentes de los clubes del Partido Revolucionario Cubano, Martí plasmó un principio de conducta que también hizo suyo Fidel: “ la pobreza pasa: lo que no pasa es la deshonra que con pretexto de la pobreza suelen echar los hombres sobre sí”.
Con esos sentimientos llegamos al aeropuerto Frank País, para tomar el avión en que debíamos viajar hasta La Habana, pero nos llevamos una sorpresa: no vimos ningún anuncio sobre ese vuelo. Preguntando, topamos con una noticia escueta, como si no requiriese ninguna explicación, que tampoco tuvimos: estaba cancelado, y nos subirían a otro avión. La información no resultaba clara, y, aunque fuimos tratados con vocación de amabilidad —una vocación que, para realizarse en plenitud, en casos tales demanda hechos—, sentimos necesario reclamar que se nos asegurase el regreso esa noche.
Insistimos en ello desde que recibimos la inquietante noticia, y renovamos el afán al oír que llamaban a los viajeros de otro vuelo y, al parecer, no se nos tenía en cuenta. Cuando preguntamos, la respuesta fue que debíamos seguir esperando. Temimos quedarnos varados largamente en aquel aeropuerto, lo que habría dado al traste con citas que, como una en Prensa Latina, Arnold tenía concertada en La Habana para la mañana siguiente.
No nos quedamos allí varados, pero tampoco se indemnizó a quienes —como el amigo canadiense— habían hecho reservaciones para un vuelo que, por ser chárter y tener supuestamente determinadas características adicionales, era bastante más caro. “Cubana no indemniza”, fue en esencia la respuesta que recibimos, y que expresa una deficiencia de funcionamiento nacional que habrá que revertir —de manera orgánica, como cuando se trate, por ejemplo, de personas que sufran accidentes debido al mal estado de calles y aceras— para lograr el país que necesitamos, debemos y deseamos tener: con prosperidad y ética sustentables, como se demanda que sea.
Si aún no hay recursos para reparar las vías públicas, para devolver lo que se ha cobrado de más no parece que hagan falta inversiones muy significativas. Sentido de responsabilidad sí se requiere, y eso nada ni nadie puede ni debe acorralarlo. En una nación bloqueada, no solo su línea aérea puede tener déficits, carencias materiales explicables, pero sería suicida acostumbrarse a ellas con la inercia acuñada en “Eso no está a mi alcance” o “Ese no es asunto mío”, expresiones que de distintas formas son cotidianas, y percibimos desde el primer tramo del vuelo. Aunque, al menos, este fue puntualísimo, y felizmente desmintió lo dicho por la vendedora de la reservación en Cubana al preguntársele si, dadas sus características —mayor precio incluido—, se cumpliría el itinerario programado: “Cubana no es puntual”, dijo con una franqueza tan natural como escalofriante.
Si la nación no toma esos toros, y otros, por los cuernos, y no alcanza los logros que tiene el deber de cosechar, quedará lejos de lograr todo lo que está llamada a realizar “para merecer decir somos Fidel”, título de un texto publicado en este portal Cubarte y escrito por el mismo autor del presente artículo. En todo caso, llegar a ese merecimiento y no hacer tal proclamación será más honroso que hacerla sin merecerlo. La grandeza de la memoria y el ejemplo de Martí y de Fidel, y de otros muchos héroes fundadores, exige que su pueblo y todas sus instituciones se apliquen a rendirles homenaje de pensamiento y de actos, en forma permanente y a la altura de lo que ellos legaron a su patria y al mundo.
Esa realidad estuvo presente en lo dicho por Arnold August cuando ya volábamos hacia La Habana: “Siempre recordaré este día. Cumplí el sueño de rendirles homenaje a Martí y al Comandante en Santa Ifigenia. Ya olvidé lo desagradable ocurrido”. Agradezcamos al buen amigo su lealtad, su ejercicio de memoria selectiva para pasar por alto déficits que dañan no solo la imagen de Cuba —lo que ya sería grave—, sino también su funcionamiento. Pero nosotros no podemos olvidar los desaguisados, ni dejar de combatirlos, pues solo erradicándolos estaremos en condiciones de cambiar todo lo que debe ser cambiado, y cultivar las realidades de una cultura llamada a seguir, tesonera y creativamente, las lecciones de quienes trazaron el camino y lo abonaron con sus sacrificios y su inteligencia.
Luis Toledo Sande
Cubarte
jueves, 23 de febrero de 2017
¿Debió ser admitido Calderón, un asesino, enemigo de gobiernos antimperialistas, pro-empresario, en Cuba?
1. A Felipe Calderón, presidente de México de 2006 a 2012 que inscribió en su currículo la matanza de 100 mil mexicanos y sus permanentes discursos contra Cuba, Venezuela, Bolivia, según publica la prensa se le impidió entrar a la isla de Cuba; lo mismo ha sucedido en EEUU con millones de personas mediante “la posibilidad de ser terroristas” o haber realizado actividades antimperialistas. No sabemos a cuántos más se ha impedido su entrada en otros países. Pero Calderón aprovechó el hecho para continuar su propaganda, tal como lo hizo Fox y todos los “distinguidos panistas” que, desde su origen y programa, se declaran naturales enemigos de la administración estatal para apoyar claramente a la iniciativa privada.
2. Así es que no es sólo Calderón y todas las dirigencias panistas, es el programa mismo que desde 1939 cuando se fundó el PAN, que apoya absolutamente a los empresarios, los hacendados, los grandes propietarios, la privatización de la salud, la educación y todo tipo de administración. El PAN es muy claro: todo para el individuo y las masas al carajo. Según ellos deben desaparecer los sindicatos, las organizaciones campesinas, populares y todo lo que huela a colectivismo porque lo único que vale es el individualismo. Muchas veces tienen la razón porque los gobiernos de México se ubican en el extremo de la corrupción así como los líderes de organizaciones; pero lo mismo sucede en la empresa privada con las familias que explotan el trabajo y dilapidan la riqueza.
3. Yo sigo pensando en que no deberían haber fronteras en el mundo; que estas no fueron creadas por el pueblo sino desde el poder de los gobernantes que en cada guerra trazaron fronteras. Todos tenemos derechos a vivir donde queramos y a cambiarnos de un lado a otro sin pasaportes o identificaciones. Me preguntarían: ¿cómo evitamos a seres indeseables por ser explotadores, saqueadores, acumuladores de riquezas, asesinos? Pues simple: deberían estar en la cárcel y evitar que sigan existiendo estos tipos de personajes. ¿Y el llamado crimen organizado? Pues simple: desaparecería al repartirse equitativamente la riqueza y que todo el mundo tenga trabajo, estudio o cualquier forma de servir a la sociedad: haciendo música, pintura o lo que quiera.
4. A pesar de mi antimperialismo por muchas décadas, he podido entrar a todos los países que me he propuesto; pero yo como si no existiera, porque mis escritos por 40 años –sin trascendencia alguna- sólo yo los leo o un editor para arrojarlos al bote de la basura. No olvidaré a un panista yucateco con el que mantuve amistad, que me dijo con presunción: “Cuando era diputado federal yo –a grito pelado- le menté la madre a Fidel Castro en el Congreso en un informe presidencial”. En ese punto han sido muy sinceros: son anticomunistas jurados y muy amigos de los gobiernos de los EEUU. ¿Cómo entonces los cubanos, sumamente ofendidos van a permitir la entrada a su tierra de personajes como Calderón o Fox?
5. Ya lo he dicho y escrito mil veces: Yo no puedo ser neutral o imparcial en nada porque desde los 20 años de edad, poseo una posición ideológica bien identificada a favor de los explotados, los miserables, los débiles, los pobres. No es una posición religiosa de dar limosnas o de tipo social asistencialista, sino una posición de clase social que me ha obligado a luchar junto a ellos contra el Estado, los gobiernos, los empresarios explotadores y el 99 por ciento de los medios de información, por una sociedad justa e igualitaria. Pero personajes como Calderón o Fox –con los miles millones de pesos que acumularon como presidentes- pueden seguir financiando (junto al imperio yanqui) a la oposición derechista que tanto necesitan.
Pedro Echeverría V.
2. Así es que no es sólo Calderón y todas las dirigencias panistas, es el programa mismo que desde 1939 cuando se fundó el PAN, que apoya absolutamente a los empresarios, los hacendados, los grandes propietarios, la privatización de la salud, la educación y todo tipo de administración. El PAN es muy claro: todo para el individuo y las masas al carajo. Según ellos deben desaparecer los sindicatos, las organizaciones campesinas, populares y todo lo que huela a colectivismo porque lo único que vale es el individualismo. Muchas veces tienen la razón porque los gobiernos de México se ubican en el extremo de la corrupción así como los líderes de organizaciones; pero lo mismo sucede en la empresa privada con las familias que explotan el trabajo y dilapidan la riqueza.
3. Yo sigo pensando en que no deberían haber fronteras en el mundo; que estas no fueron creadas por el pueblo sino desde el poder de los gobernantes que en cada guerra trazaron fronteras. Todos tenemos derechos a vivir donde queramos y a cambiarnos de un lado a otro sin pasaportes o identificaciones. Me preguntarían: ¿cómo evitamos a seres indeseables por ser explotadores, saqueadores, acumuladores de riquezas, asesinos? Pues simple: deberían estar en la cárcel y evitar que sigan existiendo estos tipos de personajes. ¿Y el llamado crimen organizado? Pues simple: desaparecería al repartirse equitativamente la riqueza y que todo el mundo tenga trabajo, estudio o cualquier forma de servir a la sociedad: haciendo música, pintura o lo que quiera.
4. A pesar de mi antimperialismo por muchas décadas, he podido entrar a todos los países que me he propuesto; pero yo como si no existiera, porque mis escritos por 40 años –sin trascendencia alguna- sólo yo los leo o un editor para arrojarlos al bote de la basura. No olvidaré a un panista yucateco con el que mantuve amistad, que me dijo con presunción: “Cuando era diputado federal yo –a grito pelado- le menté la madre a Fidel Castro en el Congreso en un informe presidencial”. En ese punto han sido muy sinceros: son anticomunistas jurados y muy amigos de los gobiernos de los EEUU. ¿Cómo entonces los cubanos, sumamente ofendidos van a permitir la entrada a su tierra de personajes como Calderón o Fox?
5. Ya lo he dicho y escrito mil veces: Yo no puedo ser neutral o imparcial en nada porque desde los 20 años de edad, poseo una posición ideológica bien identificada a favor de los explotados, los miserables, los débiles, los pobres. No es una posición religiosa de dar limosnas o de tipo social asistencialista, sino una posición de clase social que me ha obligado a luchar junto a ellos contra el Estado, los gobiernos, los empresarios explotadores y el 99 por ciento de los medios de información, por una sociedad justa e igualitaria. Pero personajes como Calderón o Fox –con los miles millones de pesos que acumularon como presidentes- pueden seguir financiando (junto al imperio yanqui) a la oposición derechista que tanto necesitan.
Pedro Echeverría V.
Internet y el futuro de la economía cubana
Internet ha tenido importantes implicaciones para las economías y las sociedades en los últimos 20 años. Esta red ha venido a complementar los grandes desarrollos que se empezaron a producir en la electrónica después de la Segunda Guerra Mundial. El avance de la computación, el procesamiento avanzado de datos y el ordenador personal en los ochenta permitieron el despliegue de esta red, que ha transformado la vida de las personas y la actividad de las empresas. Hoy se ha convertido en el sector difusor del cambio técnico hacia la economía y el resto de la sociedad.
Internet y otros desarrollos de similar corte son considerados tecnologías de uso general y multidimensional, una definición en las ciencias sociales reservada para plataformas que cambian radicalmente la organización de la producción y su localización. Por ejemplo, la creciente internacionalización de los servicios está soportada sobre la base de una recomposición acelerada de su estructura en favor de los servicios técnicos intensivos en conocimientos y los modos de prestación que hacen uso de estas tecnologías.
En Cuba, como mínimo, se puede decir que desde hace más de una década se vienen dando pasos importantes para asegurar un uso amplio de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). La fundación de la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), la construcción de varios Joven Club, la posibilidad de acceder a la telefonía móvil, la conexión por cable de fibra óptica a Venezuela, la instalación de zonas públicas de acceso a Internet a través de la tecnología WIFI, la televisión digital y las pruebas piloto para llevar Internet a los hogares. Todos estos son hitos en ese camino. No obstante, los beneficios descritos anteriormente dependen de tres condiciones simultáneas: universalidad en el acceso, calidad de la infraestructura y capacidades propias, tanto en términos de capital humano como la existencia de organizaciones que sean capaces de aprovechar estas oportunidades.
En ese sentido, ¿estamos avanzando al ritmo necesario? En acceso a Internet, Cuba tiene una de las tasas de penetración más bajas en el mundo, sobre todo desde los hogares. La Unión Internacional de las Telecomunicaciones (organismo de Naciones Unidas del que Cuba forma parte) la sitúa consistentemente en los últimos peldaños en su Índice de Desarrollo de las TIC (IDT), que integra tres dimensiones: acceso, utilización y capacidades. En la edición correspondiente a 2015, Cuba se situaba en el puesto 129, entre 167 países analizados, ubicándola en una peor posición que hace cinco años. En cualquier caso, un puesto por debajo de su nivel de ingreso o el esfuerzo educativo realizado.
Otro problema, ¿cuánto de ese todavía modesto despliegue va a parar a individuos o empresas de cualquier tipo que van a usarlas para mejorar su productividad? Probablemente demasiado poco. Es muy bueno que tengamos la posibilidad de hablar con nuestros amigos y familiares en cualquier parte del mundo, que un número creciente de cubanos desborde las redes sociales, pero eso en sí mismo no hará sostenible el despliegue de esas nuevas tecnologías. Las redes de trasmisión de datos para facilitar los pagos online, o el uso de tarjetas magnéticas son aspectos prácticos de gran importancia.
¿En qué medida las empresas estatales, las cooperativas y los privados pueden tener acceso a Internet con fines comerciales? El poder transformador de estas plataformas depende de que toda la sociedad esté conectada. Eso proporciona la escala y los incentivos necesarios para rediseñar procesos productivos completos. ¿Existe correspondencia entre la formación de profesionales en estas ramas y un lento despliegue de la red de redes y tecnologías asociadas? Muy posiblemente no. ¿Cómo se podría pensar en mejorar el desempeño económico sin abrazar estos desarrollos? Si se le preguntara hoy a un ejecutivo cubano sobre cloud computing, una buena parte se sorprendería.
El avance en las TIC ha aumentado la transportabilidad de los servicios, haciendo viable la prestación transfronteriza. Estos mismos avances han facilitado la coordinación de actividades internacionalmente dispersas, haciendo viable la inversión en el exterior para empresas de servicios, las que también han adquirido un mayor control sobre sus propios productos y procesos, haciendo rentable la presencia comercial más allá del mercado doméstico. Asimismo, las TIC han reducido extraordinariamente el costo del procesamiento descentralizado de datos y su distribución. Esto favorece el acceso a la información y su uso con fines productivos.
Otro elemento destacable es el alto nivel de complementariedad e impacto horizontal que han demostrado las TIC, incluyendo a Internet. Estas tecnologías, por sus características, han probado ser muy flexibles para ensamblarse con otras, lo que ha permitido diseñar formas completamente nuevas de hacer viejos procesos. Además de ser en sí mismo un sector relativamente importante en muchas economías modernas (TIC, software) su penetración horizontal ha influido persistentemente en la eficiencia y productividad de otros sectores, incluso ayudando a crear ramas completamente nuevas. Estas plataformas exhiben potentes “economías de redes” o sea, mientras más individuos las usan, más útiles se vuelven para todos los usuarios.
Ellas funcionan mejor cuando existen posibilidades efectivas de complementarse con otras actividades, lo que requiere tanto la infraestructura física como las herramientas regulatorias correspondientes. Sectores enteros se están redefiniendo en estos días, piénsese en los efectos (no siempre positivos) de Uber y Airbnb. Se habla de “sharing economy”. La mayor empresa de contenidos del mundo, Facebook, no crea ninguno ella misma; la mayor cadena hotelera, Airbnb, no es propietaria de ninguna habitación; la mayor flota de taxis, Uber…
Por supuesto que estos avances no están exentos de problemas que deben ser atendidos adecuadamente, como la ciberseguridad o el uso inapropiado de datos privados de las personas y entidades. Se generan nuevos desafíos para los gobiernos, mientras que amplios segmentos de la población pueden ser afectados de múltiples maneras.
El mayor y mejor activo de Cuba es su gente, y este potencial no se va a liberar de espaldas a Internet. Es también un elemento de gran peso a la hora de atraer inversión extranjera. Ciertos aspectos de seguridad nacional son legítimos, pero seguramente es posible lograr un mejor balance que el que tenemos en la actualidad.
El uso masivo de estas tecnologías no es una moda pasajera del consumismo occidental del siglo XXI. Las TIC constituyen una plataforma tecnológica esencial de esta época, crecientemente integrada en las estructuras económicas y sociales, y con impactos crecientes y horizontales. Han revolucionado la manera de interactuar entre las personas, la forma en que las empresas identifican a sus clientes y se comunican con ellos, y hasta cierto punto han democratizado y abaratado la visibilidad para un público global. Constituyen un ingrediente imprescindible de la prosperidad contemporánea, y cualquier estrategia viable de desarrollo en el siglo XXI tiene que adoptarlas como tal.
Esta sería una de las conquistas de un país que piensa en su porvenir. Un resultado al mismo nivel de lo que significó universalizar la educación y la salud pública en los ya lejanos años sesenta en Cuba. Y sería un logro de esta generación.
Ricardo Torres
Progreso Semanal
La increíble historia de Ana Belén Montes
Para Ana Belén Montes
Ya sabemos que existes. Sabemos que sufres y que aguantas. Exigimos tu libertad y el regreso al pueblo que amas.
Para el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, Ana Belén Montes está condenada al ostracismo y estaría en el más absoluto silencio. No se dieron cuenta que “fuerzas superiores” y no exactamente extraterrenales o esotéricas, sino solidarias, asumirían su voz para no dejarla abandonada. De tal forma que su pensamiento se está conociendo desde su celda utilizándonos como “médium” para ello. Ana nunca más estará callada. Siempre alguien en algún lugar del mundo tomará sus ideas para divulgarlas.
La casi increíble historia de Oscar López Rivera, puertorriqueño de “nacionalidad” estadounidense, veterano de la guerra de Corea, luchador por la autodeterminación de Puerto Rico, residente en Estados Unidos, independentista irredento, acusado por “conspiración sediciosa” y varios cargos más, a 35 años de cárcel y a 15 añadidos por intento de fuga, que es capaz de decir en rueda de prensa y ante los tribunales federales que lo juzgan, que la “falta de libertad conduce a la esclavitud y a la pérdida de todos los derechos humanos –sean o no conscientes de ello los individuos o los pueblos que la padecen-y que tal situación es intolerable y que por eso mismo está justificada la resistencia por todos los medios posibles”. “La liberación de Oscar nos ha inspirado como pueblo” han proclamado los Comités y las Mesas de Solidaridad en Puerto Rico. La historia de este rebelde permanente nos conduce directamente a la experiencia vital de Ana Belén Montes y de algunos puertorriqueños que han vivido y trabajado en el propio estómago del Imperio. Hay que tener en cuenta que así como Oscar cumplió condena por afirmar siempre su nacionalidad puertorriqueña, Ana Belén –también de origen puertorriqueño pero ciudadana norteamericana a tiempo completo- llegó cursar estudios de asuntos internacionales y a ser analista de inteligencia de los EEUU, especializada y responsable de los asuntos cubanos. Nada menos.
El relato de su vida nos resulta entrañable y pone de manifiesto varias cosas. La primera es que Belén se cambia de bando por razones éticas y de estricta justicia, por solidaridad, por amor a la revolución, que ella extiende a otros países del mundo. Entrega información a Cuba sobre los intentos de Washington de destruir a la revolución cubana. Jamás lo hace por dinero.
Ana Belén, hija de un médico puertorriqueño, nació en Alemania el 28 de febrero de 1957. Obtuvo el diploma en Relaciones Internacionales en la Universidad de Virginia y el Master en Estudios Internacionales Avanzados en la Universidad Johns Hopkins. Trabajó en el Departamento de Justicia como investigadora especialista en tareas de inteligencia. En 1992 fue seleccionada para el Programa de Analistas Excepcionales de la DIA. Después de varios destinos viajó a Cuba para estudiar el funcionamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Montes era la analista de inteligencia de más alta jerarquía, especializada en Cuba, de la DIA.
Fue detenida por el FBI el 21 de septiembre de 2001. El cargo fue el de “conspiración para cometer espionaje” a favor de Cuba. Fue condenada a 25 años de cárcel y 5 de “libertad vigilada”.
Los fiscales consideran que Montes fue integrada en la seguridad cubana después de que el servicio de espionaje cubano descubriera la existencia de una red secreta norteamericana de espionaje electrónica. El gobierno de los EEUU la considera responsable de la muerte de al menos uno de sus agentes en Centro América.
En una entrevista con Conte Nieves, Ana Belen Montes dice lo siguiente:
“Hay otro riesgo y es el del impacto de la presencia norteamericana en la Isla. Les digo a los cubanos algo que siempre he pensado y dicho a aquellos con los que compartí mi solidaridad con Cuba. A mí lo que me importa es que la Revolución Cubana exista. Las cuestiones internas de los cubanos es asunto de los cubanos. Incluso no me importa quién esté en el futuro; no es cuestión de nombres. Lo necesario es que haya Revolución Cubana siempre, a partir de la capacidad que se tenga para resolver los problemas. Tienen que cuidar la Revolución. Yo traté de hacerlo”.
Y advierte ante la intención del gobierno de los EEUU de silenciarla:
“Lo primero es que sepan las personas que existo. Estoy aquí y no en silencio. Es una oportunidad formidable para alguien como yo que está totalmente aislada.
Lo segundo, silenciarme no será posible. Mi acto de compromiso con la Isla es un hecho imposible desconocer. La idea de entrevistarme y de hacer que mi voz se mantenga viva es una muestra de solidaridad que agradezco, ya que es importante se conozca el porqué de mi admiración por Cuba”.
CN: ¿Cómo te encuentras física y psicológicamente?
ABM: Trato de mantenerme en forma física. Siempre tuve el hábito de acudir a hacer ejercicios; en este sentido cuidaba mucho de mi dieta diariamente. En eso era obsesiva. Ahora, en otras condiciones me mantengo haciendo los ejercicios. De la dieta no voy a hablar, porque en una prisión no hay mucho que escoger, que no sea lo que te dan. Como mujer acostumbraba a preocuparme por mi presencia. No se puede perder el sentido de resultar atractiva, es un don que la naturaleza nos ha permitido ejercer y nunca quise desaprovecharlo.
Psicológicamente el internamiento tiene un impacto. Lo más importante es el no poder comunicarme con ninguna persona. Es por eso que tengo mis largos monólogos. Tengo a mi favor, aunque no es lo mismo, que estoy acostumbrada a vivir sola. Y hay algo interesante. En la sociedad norteamericana uno está rodeado de gente, pero en ocasiones está muy solo. Por momentos a lo largo de la vida tuve esa vivencia. La sociedad norteamericana está llena de matices y uno de ellos puede ser la soledad “acompañada” que en ocasiones se percibe. Estoy convencida que el gobierno norteamericano quiere embotarme sensorialmente: que deje de escuchar, de sentir, de hablar, de oler, de ver y pensar. No lo van a lograr. Como todo ser humano a lo largo de mi vida he tenido mis momentos de desajustes, pero tengo la inteligencia suficiente para llamarme a capítulo y asumir el autocontrol de mis acciones. Es un reto subsistir. Otros lo han logrado. Yo también lo lograré.
Antes de ser detenida, seguí la situación de los cubanos en la Florida en septiembre de 1998 (se refiere a los cubanos que formaron parte de la llamada red “Avispa”). A ellos también quisieron quebrantarlos y se portaron con firmeza. A mí me toca hacer lo mismo.(…)
“En la entrevista anterior definí la política de Estados Unidos hacia la Isla, de hipócrita y cínica. Así la veo y así la percibe el politólogo Daniel Estulin. Hay una diferencia entre el sentido que otras personas y yo adjudicamos a las relaciones entre ambos países y el que algunos políticos del gobierno y el Congreso le dan, empezando por el presidente. De ahí que, parafraseando a Julius Fucick en su “Reportaje al pie de la horca”, les diga: “Cubanos, los he amado, estad alertas”.
Para mí es importante que la Isla esté alerta y muy atenta al desarrollo de los acontecimientos.
Muchos norteamericanos acudirán en “buena onda”, al decir de los mexicanos; otros pueden que, inducidos por la manipulación gubernamental, traten de hacer daño.
Ustedes han demostrado inteligencia, valentía y fortaleza a lo largo de décadas. Sé que no les faltara en esta oportunidad. Estados Unidos abre los brazos para abrazar a la Isla y, conociendo el pensamiento político norteamericano, este es “el abrazo de la muerte”. Ahora lo importante es que ustedes no se dejen envolver por el “cisne negro” que es el gobierno de Estados Unidos y hagan lo que han venido haciendo siempre ante las acciones del gobierno norteamericano: revertir el sentido de lo que este quiere. Así siempre le han ganado. Es increíble que dos países pequeños como la Isla y Viet Nam hayan vencido a Estados Unidos.
Es importante que en la Isla sepan que hay muchos norteamericanos honestos, aunque el sistema crea una forma de pensar que nos hace creer superiores, dueños del mundo. Por eso para que las cosas cambien realmente, tiene que venir un cataclismo político en la vida norteamericana que haga evolucionar el pensamiento, la psicología y la cultura del país, preservando lo mejor que tengamos y modificando lo perjudicial.
No está a la vista ese cambio. Pero llegará. Me siento una contribuyente a ese cambio. Hay otras personas que también lo han hecho”
La segunda es la imposibilidad del Imperio para ser infiltrado por sus enemigos naturales a pesas de todos los filtros legales e ilegales.
Antonio Maira
Ya sabemos que existes. Sabemos que sufres y que aguantas. Exigimos tu libertad y el regreso al pueblo que amas.
Para el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, Ana Belén Montes está condenada al ostracismo y estaría en el más absoluto silencio. No se dieron cuenta que “fuerzas superiores” y no exactamente extraterrenales o esotéricas, sino solidarias, asumirían su voz para no dejarla abandonada. De tal forma que su pensamiento se está conociendo desde su celda utilizándonos como “médium” para ello. Ana nunca más estará callada. Siempre alguien en algún lugar del mundo tomará sus ideas para divulgarlas.
La casi increíble historia de Oscar López Rivera, puertorriqueño de “nacionalidad” estadounidense, veterano de la guerra de Corea, luchador por la autodeterminación de Puerto Rico, residente en Estados Unidos, independentista irredento, acusado por “conspiración sediciosa” y varios cargos más, a 35 años de cárcel y a 15 añadidos por intento de fuga, que es capaz de decir en rueda de prensa y ante los tribunales federales que lo juzgan, que la “falta de libertad conduce a la esclavitud y a la pérdida de todos los derechos humanos –sean o no conscientes de ello los individuos o los pueblos que la padecen-y que tal situación es intolerable y que por eso mismo está justificada la resistencia por todos los medios posibles”. “La liberación de Oscar nos ha inspirado como pueblo” han proclamado los Comités y las Mesas de Solidaridad en Puerto Rico. La historia de este rebelde permanente nos conduce directamente a la experiencia vital de Ana Belén Montes y de algunos puertorriqueños que han vivido y trabajado en el propio estómago del Imperio. Hay que tener en cuenta que así como Oscar cumplió condena por afirmar siempre su nacionalidad puertorriqueña, Ana Belén –también de origen puertorriqueño pero ciudadana norteamericana a tiempo completo- llegó cursar estudios de asuntos internacionales y a ser analista de inteligencia de los EEUU, especializada y responsable de los asuntos cubanos. Nada menos.
El relato de su vida nos resulta entrañable y pone de manifiesto varias cosas. La primera es que Belén se cambia de bando por razones éticas y de estricta justicia, por solidaridad, por amor a la revolución, que ella extiende a otros países del mundo. Entrega información a Cuba sobre los intentos de Washington de destruir a la revolución cubana. Jamás lo hace por dinero.
Ana Belén, hija de un médico puertorriqueño, nació en Alemania el 28 de febrero de 1957. Obtuvo el diploma en Relaciones Internacionales en la Universidad de Virginia y el Master en Estudios Internacionales Avanzados en la Universidad Johns Hopkins. Trabajó en el Departamento de Justicia como investigadora especialista en tareas de inteligencia. En 1992 fue seleccionada para el Programa de Analistas Excepcionales de la DIA. Después de varios destinos viajó a Cuba para estudiar el funcionamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Montes era la analista de inteligencia de más alta jerarquía, especializada en Cuba, de la DIA.
Fue detenida por el FBI el 21 de septiembre de 2001. El cargo fue el de “conspiración para cometer espionaje” a favor de Cuba. Fue condenada a 25 años de cárcel y 5 de “libertad vigilada”.
Los fiscales consideran que Montes fue integrada en la seguridad cubana después de que el servicio de espionaje cubano descubriera la existencia de una red secreta norteamericana de espionaje electrónica. El gobierno de los EEUU la considera responsable de la muerte de al menos uno de sus agentes en Centro América.
En una entrevista con Conte Nieves, Ana Belen Montes dice lo siguiente:
“Hay otro riesgo y es el del impacto de la presencia norteamericana en la Isla. Les digo a los cubanos algo que siempre he pensado y dicho a aquellos con los que compartí mi solidaridad con Cuba. A mí lo que me importa es que la Revolución Cubana exista. Las cuestiones internas de los cubanos es asunto de los cubanos. Incluso no me importa quién esté en el futuro; no es cuestión de nombres. Lo necesario es que haya Revolución Cubana siempre, a partir de la capacidad que se tenga para resolver los problemas. Tienen que cuidar la Revolución. Yo traté de hacerlo”.
Y advierte ante la intención del gobierno de los EEUU de silenciarla:
“Lo primero es que sepan las personas que existo. Estoy aquí y no en silencio. Es una oportunidad formidable para alguien como yo que está totalmente aislada.
Lo segundo, silenciarme no será posible. Mi acto de compromiso con la Isla es un hecho imposible desconocer. La idea de entrevistarme y de hacer que mi voz se mantenga viva es una muestra de solidaridad que agradezco, ya que es importante se conozca el porqué de mi admiración por Cuba”.
CN: ¿Cómo te encuentras física y psicológicamente?
ABM: Trato de mantenerme en forma física. Siempre tuve el hábito de acudir a hacer ejercicios; en este sentido cuidaba mucho de mi dieta diariamente. En eso era obsesiva. Ahora, en otras condiciones me mantengo haciendo los ejercicios. De la dieta no voy a hablar, porque en una prisión no hay mucho que escoger, que no sea lo que te dan. Como mujer acostumbraba a preocuparme por mi presencia. No se puede perder el sentido de resultar atractiva, es un don que la naturaleza nos ha permitido ejercer y nunca quise desaprovecharlo.
Psicológicamente el internamiento tiene un impacto. Lo más importante es el no poder comunicarme con ninguna persona. Es por eso que tengo mis largos monólogos. Tengo a mi favor, aunque no es lo mismo, que estoy acostumbrada a vivir sola. Y hay algo interesante. En la sociedad norteamericana uno está rodeado de gente, pero en ocasiones está muy solo. Por momentos a lo largo de la vida tuve esa vivencia. La sociedad norteamericana está llena de matices y uno de ellos puede ser la soledad “acompañada” que en ocasiones se percibe. Estoy convencida que el gobierno norteamericano quiere embotarme sensorialmente: que deje de escuchar, de sentir, de hablar, de oler, de ver y pensar. No lo van a lograr. Como todo ser humano a lo largo de mi vida he tenido mis momentos de desajustes, pero tengo la inteligencia suficiente para llamarme a capítulo y asumir el autocontrol de mis acciones. Es un reto subsistir. Otros lo han logrado. Yo también lo lograré.
Antes de ser detenida, seguí la situación de los cubanos en la Florida en septiembre de 1998 (se refiere a los cubanos que formaron parte de la llamada red “Avispa”). A ellos también quisieron quebrantarlos y se portaron con firmeza. A mí me toca hacer lo mismo.(…)
“En la entrevista anterior definí la política de Estados Unidos hacia la Isla, de hipócrita y cínica. Así la veo y así la percibe el politólogo Daniel Estulin. Hay una diferencia entre el sentido que otras personas y yo adjudicamos a las relaciones entre ambos países y el que algunos políticos del gobierno y el Congreso le dan, empezando por el presidente. De ahí que, parafraseando a Julius Fucick en su “Reportaje al pie de la horca”, les diga: “Cubanos, los he amado, estad alertas”.
Para mí es importante que la Isla esté alerta y muy atenta al desarrollo de los acontecimientos.
Muchos norteamericanos acudirán en “buena onda”, al decir de los mexicanos; otros pueden que, inducidos por la manipulación gubernamental, traten de hacer daño.
Ustedes han demostrado inteligencia, valentía y fortaleza a lo largo de décadas. Sé que no les faltara en esta oportunidad. Estados Unidos abre los brazos para abrazar a la Isla y, conociendo el pensamiento político norteamericano, este es “el abrazo de la muerte”. Ahora lo importante es que ustedes no se dejen envolver por el “cisne negro” que es el gobierno de Estados Unidos y hagan lo que han venido haciendo siempre ante las acciones del gobierno norteamericano: revertir el sentido de lo que este quiere. Así siempre le han ganado. Es increíble que dos países pequeños como la Isla y Viet Nam hayan vencido a Estados Unidos.
Es importante que en la Isla sepan que hay muchos norteamericanos honestos, aunque el sistema crea una forma de pensar que nos hace creer superiores, dueños del mundo. Por eso para que las cosas cambien realmente, tiene que venir un cataclismo político en la vida norteamericana que haga evolucionar el pensamiento, la psicología y la cultura del país, preservando lo mejor que tengamos y modificando lo perjudicial.
No está a la vista ese cambio. Pero llegará. Me siento una contribuyente a ese cambio. Hay otras personas que también lo han hecho”
La segunda es la imposibilidad del Imperio para ser infiltrado por sus enemigos naturales a pesas de todos los filtros legales e ilegales.
Antonio Maira
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