lunes, 21 de noviembre de 2016
Taibo II, militante de la escritura
Casa de las Américas dedica al mexicano la Semana de Autor
Paco Ignacio Taibo II es de esas criaturas que pone el pecho por delante de las palabras. Porque lo suyo no va únicamente por aquello de contar historias y armar libros que agarran al lector por el cuello hasta la última página. En su caso la escritura se empata con la ética del oficio y un costado justiciero que se revela en todas y cada una de sus obras.
A este mexicano nacido en España, que endosa a su firma el numeral romano para honrar el linaje de su padre, de igual nombre, y reconocido por su labor periodística y militancia antifranquista, la Casa de las Américas dedica la Semana de Autor 2016 (22 al 25 de noviembre), jornadas en las que se hablará de su repertorio literario y él mismo lo hará sobre su experiencia, en tanto los lectores podrán acceder a la edición preparada por la institución de Ernesto Guevara, también conocido como el Che, libro que navega entre las aguas de la biografía, el relato testimonial y el ensayo político-social.
Aunque sus entregas en este último campo —el que algunos, adoptando un anglicismo, llaman literatura de no ficción—, son abundantes, Taibo II apareció en el horizonte cultural cubano a inicios de los años 80 con una novela, Días de combate, y su versión cinematográfica, dirigida por Alfredo Gurrola y protagonizada por Pedro Armendáriz hijo, quien encarnó al detective Héctor Belascoarán.
La saga de este personaje, que abarca una decena de títulos, catapultó al escritor a la cima de la literatura policial iberoamericana y vinculó la gestión vindicativa de la singularidad de esa entidad en nuestra lengua que tuvo su expresión en las sucesivas convocatorias de la Semana Negra de Gijón, fundada por él en 1988 en la ciudad española donde nació.
Pero las urgencias de la literatura como herramienta para la recuperación de la memoria histórica de América Latina se han impuesto en los últimos tiempos.
En los 80 compartió con Jorge Fernández Tomás la monografía El primer Primero de Mayo en México, y con Rogelio Vizcaíno, El socialismo en un solo puerto: Acapulco, Memoria roja: luchas sindicales de los años 20 y Las dos muertes de Juan R. Escudero; y coordinó y prologó la antología El socialismo libertario mexicano.
Hubo, sin embargo, un momento definitorio en que el periodista, el narrador policial y el investigador se fundieron. Quizá el punto de partida esté en Pascual: décimo round, acerca de las luchas sindicales de los trabajadores de una de las grandes industrias refresqueras mexicanas y la represión sufrida por estos, o en Arcángeles: cuatro historias no muy ortodoxas de revolucionarios.
Sin abandonar la creación novelística detectivesca, o más bien aprovechando su notoriedad en ese ámbito, Taibo II atrajo a los lectores al territorio de las historias reales que suelen ser invisibilizadas o estereotipadas.
En esa línea se inscriben sus aproximaciones al héroe mexicano Pancho Villa y el antimperialista cubano Antonio Guiteras, «guapo de verdad».
Fue así que se acercó a la figura del Che. Primero, con La batalla de Santa Clara en 1989 y luego en 1996 con el libro que ahora publica en Cuba la Casa de las Américas y, un año después, junto a Froilán Escobar y Félix Guerra, a partir de la experiencia del guerrillero en el Congo, El año que estuvimos en ninguna parte.
El día que se enteró de la muerte de Guevara, Taibo II, a la sazón con 19 años de edad, repartía volantes sindicales en un barrio de Ciudad de México: «Me vi desolado en una esquina sin saber qué hacer».
Al frente de la nueva edición cubana, el autor explica: «La elaboración de la primera versión de esta biografía me dejó en un estado deplorable, repleto de obsesiones y angustias. No sabía que hacer una biografía era llegar tan cerca de la piel ajena. No sabía lo cerca de la locura que te pone el estar varios años obsesivamente encerrado con un personaje, en el cuarto originalmente vacío, que poco a poco se llena de detalles, mientras la historia se fabrica. Resulta peligroso acercarse demasiado a un personaje como este. Meterte en su cabeza, salir y tomar distancia, y eso una y otra vez. Mientras escribía su biografía sentía que el fuego me llegaba a los pies, aumentaba las horas de trabajo, unía las noches con los días. (…) El distanciamiento es un recurso obligado de historiadores del medioevo. Pero el Che quema, quema, acelera, obliga, impone (…) Supongo que escribir esta cuarta versión no ajustará mis cuentas personales con Ernesto Guevara, quien seguirá visitándome en sueños para regañarme por no estar poniendo bien los ladrillos en una escuela en construcción».
Pedro de la Hoz | pedro@granma.cu
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