sábado, 28 de mayo de 2016

Una vuelta de tuerca más y la injerencia colonialista de siempre.




El candidato joven de un partido joven de la viejísima derecha española se traslada a Venezuela para hablar de derechos humanos y hacer campaña política a favor de si mismo y de las derechas golpistas y violentas de América Latina, aliadas a las derechas europeas cuando no financiadas y sostenidas por ellas.
El joven candidato –Alberto Rivera- es un producto realmente notable. Bien comido, bien vestido, educado para las cámaras de televisión, tiene la retórica del vendedor de estampitas, o peor aún del vendedor de productos caducados que sabe que está mintiendo pero debe vender y lo hace con total impunidad. Vende derechos humanos que repudia, vende palabras como libertad y justicia que repudia, vende mentiras que necesita y en su retórica resuenan los ecos más atroces del fascismo.
Cara de buen chico, como todos los candidatos que lo acompañan, parecen recién salidos de uno de esos masters carísimos en administración de empresa y habituales de las páginas de papel couché y los burdos programas televisivos, y es así, porque son la voz y el rostro de las grandes corporaciones y los bancos, aunque el pueblo español siempre encuentra apodos divertidos y los llama “los chicos de la corporación dermo-estética”, refiriéndose a una conocida marca de empresas de dermatología, cirugía plástica y embellecimiento general. Tampoco es casual el nombre del partido al que me refiero, Ciudadanos, ni su color naranja.
Ellos vienen a decirnos, más de lo mismo, pero con un cierto orden y más moderno que el ya derrengado partido popular cuyas principales figuras están imputadas, juzgadas o a punto de serlo por robo de los fondos públicos y asociación claramente mafiosa. Rivera es el recambio, una mafia más brillante, un modelo de última generación, y como dice aquí la gente, con la dermo-estética ya realizada.
Y este señor Rivera se atreve a ir a Venezuela a dar lecciones derechos humanos y a hablar de presos políticos cuando hoy en Madrid se cumplen diez días de huelga de hambre y acampada de los jornaleros andaluces que piden la liberación de Andres Bódalo, un jornalero de Jaen, injustamente encarcelado y condenado a tres años de prisión, después de un juicio a todas luces amañado. Se lo acusa de haber insultado a un concejal del PSOE, y se lo acusa sin pruebas.
¿Pero quién es Andrés Bodalo, un preso político, jornalero y luchador, del que el señor Rivera no hablará jamás?
Andrés nació en Jaén y trabajó en el campo desde los 9 años. Portavoz del Sindicato Andaluz de Trabajadores/as (SAT) en Jaén desde 2006, es como bien dice Diego Cañamero –histórico dirigente del SAT- un luchador que ha participado en el Foro social mundial, en las Marchas de la dignidad, militante de la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT) y que en las elecciones municipales fue elegido concejal por Jaen en Comun y cabeza de lista de Podemos por Jaen en el Congreso de los diputados. Un hombre del pueblo que lucha por su pueblo.
Pero Rivera ni quiere conocerlo, el va a pedir que liberen a los financistas y empresarios guarimberos y violentos de Venezuela, que son culpables de la muerte de 43 personas y de cientos de heridos y destrozos en esas atroces jornadas contra el pueblo bolivariano. El partido de Rivera acompaña a los socios de la guarimba en Madrid y salen en todas las televisiones chillando contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
Tampoco conoce Rivera, ni quiere conocer la situación de cientos de presos políticos españoles, que como Alfon, un joven que también está en la cárcel, condenado a cuatro años por una causa totalmente amñanada, y simplemente por ser de izquierdas, bukanero (organización juvenil de izquierdas vallecana) y luchar en las calles por el pan y la dignidad de todos.
Tampoco dirá nada sobre la ley mordaza, vigente en la democrática España, y por la cual te pueden encarcelar sin ningún motivo, basta con sacar una foto al policía que te está pegando un golpe, o denunciar un atropello, o pronunciarte en la calle.
No olvidemos que el demócrata Rivera se opuso a que los inmigrantes tuvieran derecho a la sanidad pública. No olvidamos ni perdonamos.
Pero hemos de analizar el sentido de este viaje del señorito demócrata dermo – estético: Viaja a apoyar el golpe y la violencia en tierras venezolanas. Viaja a apoyar la guerra económica contra el pueblo venezolano. Viaja para continuar con la campaña de terror que se lleva a cabo en España para demonizar a aquellos que se atrevan a decir que la revolución bolivariana ha sido, es y será un salto adelante para las mayorías populares. Y que hay pruebas para decirlo: que la educación, la salud y la vivienda son derechos humanos básicos. Que la nacionalización del petróleo y de la industria ha de servir para fines sociales y no para los bolsillos de la oligarquía parasitaria y la banca. Que el socialismo es posible y para eso el pueblo venezolano está organizado en la más democrática de las democracias participativas.
La prensa española ni la T.V. , ningún medio, ha sacado una línea sobre los jornaleros del SAT, sobre su digna lucha por la justicia, pero llena las primeras páginas con las fotos y las absurdas declaraciones de este niño mimado de la banca y la mafia, haciendo declaraciones lamentables sobre los derechos humanos de la mafia venezolana y pretendiendo dar lecciones de libertad. Una vergüenza y además una arbitrariedad colonialista más. ¿Con que derecho se interviene en asuntos de otro país? ¿Podría algún político latinoamericano hacer lo mismo en tierra española sin que se considerase un abuso o una injerencia directa en asuntos internos?
Una evidente asimetría que pretende expandir una campaña de terror que nos impida pensar que es posible otro mundo. Claro que imaginamos otro mundo, con otro tipo de relaciones sociales que no sean la explotación del hombre por el hombre, un mundo de justicia para todos y todas, y lo imaginamos y lo deseamos y lo luchamos porque es posible.
Dejemos al señorito Rivera con sus discursos vacuos, el tiene eco en su amo de la patronal española que hace poco declaró sin inmutarse frente a las cámaras de televisión que “el trabajo (ese derecho humano básico) como nosotros lo pensamos es del siglo XIX”. Lo dijo Rosell, un jefe de la patronal, lo dijo para tapar el sol con el dedo, y para decir que ya no tendremos ni tenemos siquiera derecho a trabajar más que como esclavos. Eso es la ley laboral y las leyes tan democráticas de este democrático país; traducido al castellano, el señor Borrel, uno de los amos del señorito Rivera, dijo que si queremos trabajar hemos de aceptar no sólo salarios basura, horarios de doce o más horas, sino todo lo que sea necesario aceptar, para eso hay un ejército de mano de obra disponible.
Esta impunidad, esta barbarie en la que el sistema capitalista nos coloca, está siendo respondida a escala internacional. En America Latina, en Francia, en España, en todas partes, allí donde haya memoria y dignidad .
Por eso es tan necesario unirnos y comprender que el imperialismo necesita desarmarnos ideológicamente y hacer que olvidemos que siempre la lucha es, ha sido y será entre explotados y explotadores. Todo por ganar, nada que perder, salvo las cadenas.
Y si, España, las dos Españas están ahí: una lucha por la dignidad humana y la igualdad de los trabajadores y trabajadoras, la otra viaja a expandir el viejo discurso colonialista del imperio con muletas.
Y hoy en Madrid resuena desde lo más hondo la palabra Justicia: ¡Libertad para Andrés, la lucha sigue!

Sara Rosenberg
26 mayo2016

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