sábado, 30 de abril de 2016
Apuntes tras el VII Congreso del Partido Comunista cubano
Tras 4 días de debate y reflexión política el pasado 19 de abril de 2016 culminó el VII Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), en el Palacio de Convenciones de La Habana, en el marco de una fecha simbólica para la historia reciente: el 55 aniversario de la inolvidable victoria en la batalla de Girón, en la cual las tropas mercenarias financiadas por EE.UU. fueron derrotadas durante su intento de invasión a la isla.
Apuntes geopolíticos. El contexto de la celebración del VII Congreso del PCC, sin embargo, es sustancialmente distinto no solo al del año 1961, sino también al de inicios de la década de los noventa, tras la caída del campo socialista. Incluso también diferente al del anterior congreso de 2011, fundamentalmente por dos razones de orden geopolítico. Por un lado, el proceso de conversaciones y deshielo con Washington y la muy reciente y profundamente simbólica visita del presidente Obama al país. El horizonte de una disolución progresiva del bloqueo yanqui y el aumento de los flujos comerciales y turísticos son variables que se han integrado inevitablemente en las definiciones estratégicas del Partido, el gobierno y el Estado cubanos.
Por otro lado, la crisis de los dos bloques latinoamericanos contra-hegemónicos, tanto el rosa como el rojo, aliados tácticos y/o estratégicos de La Habana, impactan directamente también en la evolución del proceso de cambio económico que está en marcha en Cuba desde el año 2008. La restauración conservadora u oligárquico-imperial en la región y más específicamente la posible caída de los Ejecutivos de Caracas (aliado estratégico y principal socio comercial) y Brasilia (financiador clave de la económicamente estratégica Zona Especial de Desarrollo del Mariel) tendría un impacto notable en la hoja de ruta consensuada en este VII Congreso del PCC.
Un tercer aspecto de orden más interno pero también de gran peso en el actual contexto en el que se ha celebrado el Congreso es la presión social creciente por dar soluciones efectivas a problemas de la vida cotidiana. La urgencia es cada vez mayor en un clima en el que se combinan dos ingredientes preocupantes: apatía y emigración al alza. La paradoja es que la urgente necesidad de cambio se cruza con el citado contexto geopolítico adverso.
Podríamos destacar tres aspectos que le han dado un carácter especial a este VII Congreso: uno de orden simbólico (la complementariedad de los discursos de Fidel y Raúl Castro), otro de carácter más estrictamente político (renovación de liderazgo y futura reforma constitucional) y un tercero de base profundamente económica (actualización del modelo y sus diversas aristas).
Orden simbólico. Los discursos del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro y del actual presidente y también personaje central de la generación histórica, Raúl Castro, fueron los que mayor proyección mediática e internacional tuvieron. A pesar de la diferencia de contenidos de cada uno de ellos se pueden entender como complementarios porque cumplieron su función principal: abordar temáticas relevantes en función del grupo poblacional al que iban dirigidos.
La reflexión de Fidel, en la línea de sus aportes teóricos desde que abandonó la primera línea de fuego, fue de corte más épico y de carácter internacional. Por un lado rememoró la gesta de la Revolución Rusa y paralelamente ensalzó el papel trascendental de las ideas de las y los comunistas cubanos. Por otro lado, por enésima vez lanzó la advertencia del riesgo de desaparición de la especie humana en el actual contexto de capitalismo hipermilitarizado.
Raúl, por su parte, en su papel de conductor principal de la nueva fase histórica de la Revolución Cubana se centró en realizar un análisis riguroso del escenario nacional y fundamentalmente planteó un balance del proceso de cambio y señaló los retos a corto (próximo quinquenio) y medio plazo (hasta 2030), en relación al liderazgo, reforma política y nuevo modelo económico.
Orden político. Aunque el campo económico es en estos momentos el terreno prioritario del tablero cubano y ha sido en consecuencia el apartado principal del Congreso del PCC, los asuntos de orden político han tenido también una presencia destacada en el encuentro partidario, destacando sobre todo la renovación del liderazgo político y en menor medida la futura reforma constitucional.
Raúl Castro dejó meridianamente claro que este era “el último Congreso dirigido por la generación histórica”, es decir, aquella que lideró la Revolución de 1959, de manera que el próximo encuentro de 2021 estará conducido por las generaciones intermedias. Tras más de medio siglo de liderazgo ininterrumpido y sólido de los barbudos de la Sierra Maestra, la inevitabilidad biológica obliga a una renovación inédita en la dirección política, que indudablemente genera incertidumbre no sólo por la desaparición de las grandes figuras sino porque ese recambio se produce en un contexto de profundas transformaciones en el modelo económico.
De cualquier manera, el proceso de renovación no será abrupto ya que en los últimos tiempos se están incorporando a las más altas instancias de dirección cuadros más “jóvenes”, o por lo menos de menor edad que los míticos guerrilleros del 59. En el nuevo Comité Central (CC), integrado por 142 miembros, más de dos tercios han nacido después de la Revolución y el promedio de edad se ha reducido a 54 años. Se han incorporado 55 nuevos miembros y todos son menores de 60 años, cumpliendo así un criterio reciente de fijar una edad máxima para poder incorporarse a esa instancia de dirección. En el caso del Buró Político, compuesto por 17 miembros, se sigue también la misma filosofía ya que de los 5 nuevos integrantes (3 mujeres) que se incorporan ninguno es sexagenario. Se evidencia, por tanto, un esfuerzo por enfrentar paulatinamente una práctica de gestión del poder marcadamente gerontocrática.
Paralelamente, es destacable también la incorporación creciente de mujeres y población negra y mestiza a la elite del poder. Estas han aumentado su representación al 44%, mientras que los segundos suponen casi un 36% del CC. El último aspecto a destacar en la elección de cargos de dirección es que Raúl Castro ha sido elegido por segunda y última vez Secretario General del Partido, para cumplir dos funciones principales: “no permitir jamás el retorno del capitalismo”, según las propias palabras de Raúl, e impulsar la reforma constitucional.
Tras más de 40 años desde que se aprobó la Constitución de 1975, en un contexto de fervor revolucionario y firme alianza con la URSS, las autoridades del país son conscientes de la necesidad de impulsar una reforma de la ley fundamental cubana, para hacerla acorde al nuevo contexto internacional y sobre todo, para ajustarla de manera coherente al proceso de instauración del nuevo modelo económico y social.
Orden económico. Siendo conscientes de que el proceso de cambio tiene aristas fundamentalmente económicas, esta área ocupó un espacio relevante durante todo el Congreso. Por un lado, se evaluó el avance de los famosos “Lineamientos de la Política Económica y Social”, que habían sido aprobados en 2011 y que han constituido la hoja de ruta del cambio económico a lo largo del último quinquenio.
Por otro lado, se aprobaron las líneas que guiarán el futuro debate en torno a otro tema clave en términos ideológicos: la “Conceptualización del Modelo Económico y Social”, es decir, la nueva arquitectura teórica que deberá sostener y hacer coherente ideológicamente la nueva fase histórico-económica. A su vez, se dio el visto a las bases del “Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social”, herramienta trascendental para aplicar las nuevas políticas de aquí hasta el año 2030.
Respecto al proceso de implementación del nuevo modelo económico se pueden extraer tres tipos de reflexiones que estimularon el debate durante este VII Congreso. En primer lugar, una reflexión de carácter temporal, ya que el presidente cubano advirtió que el despliegue en toda su dimensión (“actualización” según la nomenclatura oficial) del nuevo modelo exigirá un periodo largo: más de dos quinquenios. Acotó que el “ritmo dependerá del consenso social” que sean “capaces de forjar al interior de la sociedad” dejando claro que es vital mantener un equilibrio entre las demandas de las generaciones más jóvenes y las más maduras. Esto evidencia una clara consciencia de las experiencias traumáticas de otros procesos de transición en otras latitudes. La “improvisación” y la “precipitación” nos “conducirían al fracaso”, advirtió literalmente Raúl.
Una segunda reflexión es de sustrato ideológico y mayormente alude al debate en torno al socialismo y a los tipos de propiedad. Parece que este último aspecto fue el que mayor “polémica” generó por la incontestable obviedad, como el mismo presidente señaló, de que el carácter de cualquier régimen socioeconómico depende de la propiedad que predomina. Sobre este aspecto, Raúl fue categórico en tres ideas: la pequeña propiedad no es por esencia anti-socialista ni contrarrevolucionaria; “no permitiremos la concentración de propiedad ni de riqueza”; el Estado tendrá el control de los principales medios de producción (aspecto que tendrá que concretarse porque parece que no hay acuerdo respecto a cuales son estratégicos). De cualquier manera, el socialismo “renovado” que el presidente esboza es antagónico con cualquier intento de “restauración del capitalismo” pero indudablemente plantea una convivencia de tipos de propiedad con hegemonía estatal.
La última reflexión es de carácter metodológico y algunos analistas la consideran el aspecto más positivo del VII Congreso. Nos referimos a la apuesta del gobierno y del PCC de no haber dejado en manos de los 1.000 delegados que acudieron al Congreso el cierre del debate en torno al nuevo modelo, sino de abrirlo de nuevo, como ocurrió 6 años atrás, a toda la militancia de base y a la sociedad en su conjunto.
Luismi Uharte. Parte Hartuz Ikerketa Taldea.
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