sábado, 15 de noviembre de 2014
Memorias más allá de las campañas
Esa fértil cosecha que Martí encontraba en los bríos de los poetas de la guerra se advierte en las memorias de quienes contribuyeron a la gesta libertadora que culminó con la victoria popular del 1ro. de Enero de 1959.
En la actual Feria Internacional del Libro Cuba 2010, dos volúmenes se insertan en esa línea: Encuentro con la verdad (Ed. Verde Olivo), del Comandante de la Revolución Guillermo García Frías, que cuenta con un prólogo del General de Ejército Raúl Castro; y Ni gallego ni asturiano; rebelde y cubano (Ed. Capitán San Luis), del general de división retirado Pedro García Peláez.
El primero es un decisivo fragmento de la hoja de vida del testimoniante, quien, como se sabe, fue el primer campesino en unirse al embrión del Ejército Rebelde, apenas un mes después del desembarco del Granma y el desastre de Alegría de Pío.
Sus páginas, desde luego, pueden leerse como la reconstrucción de un diario de campaña, y en tal sentido complementan tanto la rigurosa investigación mediante la cual la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, entonces dirigida por Pedro Álvarez Tabío, rearmó cada una de las jornadas transcurridas desde el 2 de diciembre de 1956 hasta mayo de 1957, cuando se produce la exitosa acción contra el cuartel del Uvero, como las informaciones de primera mano contenidas en el diario de Raúl, los Pasajes de la guerra revolucionaria, del Che, y los episodios narrados por Juan Almeida Bosque en el volumen dedicado a los avatares en la Sierra Maestra antes de cumplir la misión de fundar el Tercer Frente.
La particularidad del libro de García Frías consiste, sin embargo, en que a la narración de los hechos se une la caracterización del modo de vida, o mejor dicho, de ardua sobrevida, de los campesinos residentes en las inmediaciones del macizo montañoso oriental, y que a medida que se involucra en la incipiente guerrilla, el protagonista da cuenta de su toma de conciencia.
En esta última resultó definitoria la influencia de Fidel. Las convicciones del líder de la Revolución, dichas tempranamente y cuando era todavía improbable el triunfo, sobrecogen por su firmeza y anticipación, tanto como le sucedió a Faustino Pérez, quien en otro testimonio estremecedor contó lo que le dijo Fidel en las horas posteriores a Alegría de Pío, cuando debajo del pajonal de un campo de caña, sin la menor certeza del destino de los expedicionarios del Granma, dedicó horas a exponer lo mucho que habría que hacer después de la victoria.
El libro de García Peláez sorprenderá a más de un lector, incluso a no pocos de los compañeros de armas del avezado militar. Es la historia de su vida desde su nacimiento en Cienfuegos en 1928 hasta los primeros meses de 1959 en que llegó a ser jefe de la escolta personal del Comandante en Jefe.
Pero no es una autobiografía común. Los avatares de García Peláez pudieran dar sobrado argumento para una película. Tan duras circunstancias ha atravesado y tan gráficas son las imágenes de sus palabras para recontar la infancia, adolescencia y juventud en una España que sufrió el hundimiento de la República a manos de los fascistas, y que representó para el testimoniante la mutilación de la madre, el desamparo filial, la rebusca callejera, el orfanato y la necesidad de ganarse la vida. Y luego están su reencuentro con Cuba, sus vicisitudes como porteador de cargas por carretera, sus contactos con revolucionarios y su definitiva incorporación a la gesta emancipadora.
García Peláez no solo se retrata a sí mismo, sino logra transmitir caracteres reales con honda penetración, al punto de que esta memoria adquiere el valor narrativo de una novela, como la que escribió el general Raúl Menéndez Tomasevich y que debe ser, como esta, obligada lectura.
Pedro de la Hoz • La Habana
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