sábado, 22 de noviembre de 2014
Cuba libre
Activista por los derechos Lgbti, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) de Cuba, diputada en la Asamblea Nacional, hija del presidente Raúl Castro y sobrina de la leyenda Fidel, en realidad alcanza un solo concepto para presentar a Mariela Castro Espín: militante revolucionaria del siglo XXI. Soy la entrevistó en el marco de la XXVII Conferencia Mundial de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA) para evaluar las disputas ideológicas libradas, las que están en construcción y las que se vienen.
Su perfil militante se espeja sin distorsiones cuando uno la tiene frente a frente: es cálida y accesible, ávida por conocer otras experiencias y siempre lista para discutir sobre política. No se inquieta frente a las preguntas más críticas y contesta apasionada. En la reunión anual de ILGA, en la Ciudad de México, 500 representantes de la militancia global llamaron a “descolonizar los cuerpos”, una premisa que Latinoamérica debatió sin disociarla de la necesidad más amplia de “descolonizar los pueblos”. La preocupación no se concentró solamente en la franja del mapa que suele aparecer en el foco mediático, de Africa a Rusia, sino también en la violencia en países “centrales” de Europa y en algunos estados de EE.UU. No faltaron los trapitos sucios para lavar en la azotea de la propia casa: intersex y bisexuales interpelaron a la llamada “hegemonía gay”, al igual que en su momento lo hicieran con toda precisión lesbianas y trans.
La conferencia consensuó un documento que reclamó Verdad y Justicia por los estudiantes secuestrados en Guerrero y hubo un repudio estruendoso a la administración Peña Nieto. A su vez –por iniciativa argentina– se condenó el “bloqueo genocida” de EE.UU. sobre Cuba, con adhesiones que incluyeron a activistas estadounidenses presentes.
El tono político de la conferencia fue anunciado el primer día por Castro Espín, cuya presentación de apertura en el foro parlamentario junto a autoridades latinoamericanas, asiáticas y europeas permitió insertar la discusión Lgbti en el marco de las luchas por la justicia social de los pueblos de nuestro continente. No se trata ni debe tratarse de una lucha aislada.
Reconociéndose como continuadora de las luchas de otras referencias militantes (entre ellas su propia madre), impulsó el debate para la construcción de un nuevo paradigma en derechos Lgbti en el seno del Partido Comunista, la llave maestra que abre todas las puertas en Cuba, pues lo que allí se define luego se vuelve política pública nacional.
“Se han visto muchos cambios en la sociedad cubana en estos 50 años, desde un paradigma emancipador del ser humano. Trabajar por los derechos Lgbti era una asignatura pendiente de la política social cubana: la justicia social debe abarcar todas las temáticas.”
Miserias del hombre nuevo
En Cuba en los años ’60, entre otros oprobios, se destinó a homosexuales a instalaciones de “reeducación” similares a campos de trabajo. Un caso emblemático fue la opresión que soportó, hasta que no soportó más, el escritor Reinaldo Arenas, reflejado en su autobiografía Antes que anochezca, que Hollywood no se privó de evocar como un festín, pero
el Hombre Nuevo nació arrastrando viejas concepciones y la segregación por orientación sexual no estuvo ajena. Muchos años después, el gobierno revolucionario pidió perdón y rectificó sus políticas. Ya en 1995, en la conferencia mundial sobre la mujer celebrada en Beijing, la delegación cubana fue la única de toda América latina en defender todas las referencias contra la discriminación por orientación sexual.
Hoy, Castro Espín es la cara visible del paradigma de pleno respeto a la diversidad sexual que construye Cuba.
¿Qué autocrítica hacés sobre la ferocidad con que Cuba trató a los homosexuales? Por ejemplo, las escuelas de reeducación...
–Autocrítica no puedo hacer porque yo no he tenido nada que ver. Sí hago una valoración crítica. Esas escuelas funcionaron poco más de tres años, entre el ’65 y el ’69. En Cuba, en 1959 triunfó un proceso revolucionario que provocó cambios radicales en nuestra sociedad, en nuestra economía y en nuestras conciencias, la generación de nuestros padres fue la más sacrificada en este proceso: mi propia generación ha hecho sacrificios importantes en su participación en los cambios revolucionarios y las nuevas generaciones están incorporándose también, con su propio lenguaje. No bastó el proceso revolucionario para cambiar todos los esquemas previos. En el mundo se reproducían y se siguen reproduciendo miradas que conducen a inequidades y a discriminación. Despojarse de todos esos esquemas de pensamiento no es tan sencillo. En el salto cualitativo que dio la Revolución a una nueva sociedad, son los mismos seres humanos procedentes de distintas partes los que reproducen los esquemas que habían aprendido. En los años ’60, ’70, ’80 hubo expresiones homofóbicas y transfóbicas muy fuertes, mientras la mayoría de las discriminaciones, el racismo, la misoginia, se iban superando.
¿Se está revisando ese pasado? ¿Te parece que sirve hacerlo?
–Estamos haciendo una investigación sobre la homofobia en las unidades militares que revela que en aquellos años lo verdaderamente homofóbico era el procedimiento de reclutamiento al servicio. Se segregaba a grupos de homosexuales, a grupos religiosos y otros grupos que eran identificados en forma peyorativa. Hubo un momento en el que también se opinó que los homosexuales no podían ser maestros, porque transmitían “el mal ejemplo”. Eso para mí fue lo peor que pasó, peor que las unidades militares que a los tres años de creadas se cerraron. Queremos recoger toda esa historia, ponerla sobre la mesa y crear los mecanismos para que nunca más se discrimine, ya sea por ignorancia u otro motivo. Tampoco se le puede pedir más a la Revolución Cubana en un contexto en el que las ciencias médicas patologizaban la homosexualidad. El mundo entero era homofóbico. Y todavía hoy desde la medicina patologizan a las personas travestis y transexuales. No se le podía pedir en aquella época a la Revolución Cubana que fuera más extraordinaria de lo que fue. Quien cree en un proceso de búsqueda de justicia, espera de la revolución que sea perfecta.
¿Cuba sigue siendo homofóbica?
–Alguna vez dije que era una homofobia blanda, no violenta. No existen crímenes de odio, pero se da un tipo verbal contra los homosexuales, contra las mujeres. Existen ciertos lugares donde vemos homosexuales con una personalidad tremenda y se imponen, pero existen otros que necesitan ayuda, porque no tienen esa personalidad y los aplastan con una mirada. Yo he escuchado cuando alguno ha querido entrar al Partido, pero dicen: “Ese no tiene condiciones”. Entonces existen personas que se toman prerrogativas que no están escritas, pero se las toman, porque son culturales. Y como no se ha hablado lo suficiente y aún no se desarticulan esas ideas, prejuicios y la mala onda, estamos tratando de que se hable en distintos espacios, académicos, culturales, artísticos y de los medios.
En ILGA contaste lo mucho que cuesta concretar los cambios y cómo, siempre que se quiere avanzar en ampliaciones de derechos, se erigen resistencias. ¿Cuáles fueron las claves y los desafíos para poder avanzar en la agenda Lgbti en Cuba?
–Las claves pasan por haber creado un programa nacional de educación y salud sexual, haber introducido el enfoque de género en el campo académico a fines de los ’80, principios de los ’90. Después, identificar que había que generar experiencias valiosas, pero sostenibles. Muchas veces se crean buenas propuestas, pero que luego no pueden sostenerse en el tiempo.
¿Por ejemplo?
–Trabajar en estrategias de educación permanente que favorezcan las actualizaciones, acompañadas por campañas de bien público sobre temáticas específicas. Estudiar, enseñar, aprender. Cuando asumo en el Cenesex, en 2000, un grupo de transgéneros me pide ayuda y entonces empiezo a estudiar sobre el tema, porque considero que, si no, no las puedo ayudar. Sus demandas en ese momento eran el acceso a una cirugía de reasignación sexual, el cambio en el documento y que la policía dejara de molestarlas. Yo les digo que tengo que estudiar el tema y les digo que trabajemos en conjunto para poder hacer una estrategia y que busque un cambio en el conjunto de la población. Ahí empezamos a trabajar una estrategia de atención integral que contemplara más ampliamente la integración social. Formar a las transexuales como activistas ha sido uno de los elementos clave del programa. La investigación científica ha sido otro elemento clave para dar insumos a las propuestas de decisión. El intercambio con otras organizaciones a nivel regional y mundial también. Otro factor ha sido la intersectorialidad en el trabajo, que participen distintas organizaciones de la sociedad civil junto al Estado.
Haber empezado a celebrar el día internacional contra la homofobia en 2007 ha sido otro factor fundamental.
–Desde ese momento comenzó un diálogo más generalizado sobre estas temáticas, en el que todo el mundo se sintió convocado. Y empezó a aparecer el tema en la televisión. Las novelas brasileñas ayudaron mucho al presentar entre sus personajes parejas gays felices, parejas lesbianas felices.
Escapar al signo trágico como único desenlace...
–¡Exactamente! ¿Por qué siempre terminaban muriendo las parejas? Ahora la televisión nacional está intentando replicar el modelo de lo que muestran las novelas brasileñas, todavía sin la misma calidad.
¿Hubo alianzas estratégicas?
–Las primeras alianzas estratégicas fueron con la Federación de Mujeres Cubanas y el Ministerio de Salud. Después se fue involucrando al Ministerio de Educación y a la Unión de Jóvenes Comunistas para introducir nuevos elementos desde lo ideológico, un proceso no exento de complejidades, pero eso no quiere decir que no se pueda.
¿Cómo surge la idea del Cenesex?
–Para implementar las ideas que se iban discutiendo en 1989 en estas alianzas que te cuento. En el Partido Comunista fue muy duro entender estos temas, llevó mucho tiempo, pero había que discutirlo allí.
¿Por qué?
–Porque el Partido Comunista es el que te abre y te cierra los caminos, diría yo, atrevidamente. Como militante del Partido, a mi mamá (Vilma Espín Guillois, ex presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas) le costó introducir estos temas entre los camaradas. Me dirás que reconocer estos derechos es simplemente justicia, pero mientras no se entendió, se siguieron reproduciendo desigualdades lamentablemente, en una revolución que todos queríamos que fuese perfecta. Mi papá mismo lo cuenta: “Nosotros no lo entendíamos”. Me he encontrado hombres del Partido, de más de 80 años, que me han dicho: “Tu mamá me ha educado, ella me ha ayudado a entender”. Me da mucha ternura y me da tranquilidad que tengan la honestidad de decírmelo.
¿Qué impacto tuvo la conferencia del PC de 2012?
–Eso fue esencial. Ahí me sentí con la satisfacción de que no habíamos estado arando en el mar. Siempre estamos viendo qué vamos a hacer y cómo lo vamos a comunicar para que haya menos resistencias, para que se comprenda bien. En todo este proceso fueron fundamentales la capacitación y las herramientas teórico-metodológicas del pensamiento marxista, y esa lucha contra la discriminación es lo que se plasmó en esa primera conferencia del Partido Comunista de Cuba, cuyas resoluciones luego serían trasladadas a la política del país. Los grupos LGBT que formamos en todo el país aportaron a la discusión sobre los nuevos elementos de las estrategias económicas y sociales del Partido, que serían llevadas a la política del país y aportaron su visión desde su lugar de sujetos de derecho, como lo hicieron las mujeres en su momento. Eso me dio mucha satisfacción. No hay nada más parecido al socialismo que cambiar las conciencias, transformar la cultura, en un proceso que conduzca a la emancipación verdadera de los seres humanos. Estamos aportando un granito de arena a ese camino.
¿Los más grandes logros?
–Por primera vez en la historia de la Revolución se aprobó un artículo que insta explícitamente a luchar contra toda forma de discriminación, incluyendo entre todos los puntos la discriminación por orientación sexual. Hubo gente un poco prepotente que decía por qué se incluyen las distintas categorías. Les dijimos que si no se introduce el concepto identidad de género, se deja afuera a un montón de personas en sus necesidades. No logramos que en el documento final al que se llegó eso quedara, pero se instaló como recomendación que se incluyera también en la política la identidad de género. Ahora, como no salió esta cuestión en el reciente código de trabajo que se aprobó, estamos discutiendo en el Partido y en la asamblea que entonces tiene que salir la ley de identidad de género. Lo venimos discutiendo desde hace muchos años, y por suerte ya tenemos la referencia de Argentina.
Recientemente manifestaste que la inspiración para el proyecto de ley de identidad de género en Cuba es el modelo argentino, y que buscarán hacer una norma “igual o incluso mejor”. ¿Cómo será?
–Mira, no sé cómo lo haremos porque superar a Argentina está difícil... Vamos a tratar de lograrlo en el nuevo plan legislativo. En Argentina, las organizaciones han luchado duro y parejo, para mí es un ejemplo. Y hay que reconocer el apoyo político de Cristina Fernández de Kirchner y de otras fuerzas políticas. También hubo avances en Uruguay, en el Distrito Federal de México... Me da mucho orgullo como latinoamericana.
En 2012, Adela Hernández se convirtió en la primera mujer transexual cubana en ser elegida como funcionaria. Pasó de vivir sucesivas encarcelaciones durante los años ’80, por “peligrosidad social”, a ganar las elecciones en su pueblo, Caibarién. ¿Cómo ha sido el proceso que llevó a una persona trans a ocupar un cargo público?
–Eso fue maravilloso, nos sorprendió a todos. Mi interpretación es que el pueblo cubano a la hora de hacer valer sus derechos es capaz de dejar atrás todo tipo de prejuicio. La comunidad encontró en ella, Adela, una activista de base, la persona ideal para representarla a nivel de gobierno del municipio, lo que sería el equivalente a una concejal en Argentina. Eso fue una respuesta a quienes dicen que el pueblo cubano no está preparado todavía para estos cambios.
Diana Sacayán y Diego Bocchio
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