Argentina sumó el día de ayer 11.394 casos en 24 horas y alcanzó los 3.005.259 contagios desde que inició la pandemia. Al mismo tiempo, The New York Times publicó un informe en el cual alerta sobre el avance del coronavirus en todo el mundo: el viernes 30 de abril se llegó al pico histórico de infectados, con 884.586 casos diarios. El promedio de todo el mes de abril estuvo por encima de 800.000; el último pico había sido en enero, con 740.000 diarios.
El informe pone el eje en dos escenarios particulares: el de Sudamérica -especialmente Uruguay y Argentina- y el de India, que hoy aporta el 40% de los casos diarios al total mundial, superando a EE.UU., y está rompiendo récord de fallecimientos diarios.
En este sentido, las imágenes y noticias provenientes de India acerca de personas muriendo en las calles por no poder acceder a un hospital saturado o con falta de oxígeno y de crematorios que no dan abasto por la enorme cantidad de muertos dieron vuelta al mundo. Sin embargo, es Sudamérica quien hoy tiene la tasa de contagios más alta del mundo.
Solo comparando los casos diarios nuevos por millón de habitantes se puede observar, ya que Argentina supera por creces los de India, con 456,38 vs. 270,43. Lo de Uruguay es particularmente grave, supera a ambos con 724,91 por millón, lo cual parte del promedio de 3.000 casos diarios que tuvieron durante casi todo abril con una población de 3,5 millones. Este dato lo consolida como el mayor generador de casos por habitante del mundo. Brasil está por detrás con 278, 32 por millón.
En muertes totales desde que inició la pandemia, Brasil escala al primer lugar con 1.917 por millón de habitantes; es seguido por Argentina con 1.421 y Uruguay con 784. En el último lugar de comparación de estos 3 países se encuentra India con 158. Es decir que Argentina tiene 9 veces más muertos por millón que India.
Si bien el mundo entero mira al país asiático, lo cierto es que los números en América Latina son peores, mostrando los más graves estragos de la pandemia y de este régimen a nivel social, económico y sanitario.
La situación sanitaria de Argentina
La semana pasada el presidente anunció la extensión de las limitadas medidas de restricción establecidas hace dos semanas. Días atrás, el presidente y sus ministros, con el apoyo de los gobernadores, mostraron que no iban a profundizar las medidas ni disponer el freno a las actividades económicas no esenciales, aun conociendo la precaria situación sanitaria.
El gobierno justifica el no haber profundizado las restricciones por el amesetamiento de casos de las últimas dos semanas. Particularmente se observa una disminución en los menores de entre 10 y 19 años, donde bajaron casi un 30% en las últimas dos semanas, lo que revela que las versiones oficiales que afirmaban que «en las escuelas no se producían contagios» eran una falacia para intentar mantener los colegios abiertos. Sin embargo, estas disminuciones son insuficientes, sobre todo si se tiene en cuenta que la edad promedio de los contagiados es de 38 años, franja etaria que continúa yendo a sus puestos laborales diariamente y tomando el transporte público.
También son insuficientes porque una meseta de 20 mil casos diarios es altísima, y evidentemente el sistema de salud no está preparado para soportarla. La ocupación de camas a nivel nacional continúa en 69%, pero la del AMBA llega al 97% según un relevamiento realizado por la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva sobre 47 unidades de terapia intensiva y 1.139 camas. En el mismo indica que la ocupación en la Ciudad de Buenos Aires pasó de 82 al 89% en menos de una semana.
La consecuencia de esto es el aumento en la mortalidad que se vio en las últimas semanas, alcanzando nuestro propio récord de fallecimientos diarios y un promedio de alrededor de 500. Es producto de cientos de pacientes bollando en busca de una cama por más de 10 horas y luego encontrarse con una internación y atención deficitaria, en tanto los hospitales y los profesionales no están preparados para recibir semejante caudal de enfermos, incluso aunque el resto de las patologías hayan pasado a un segundo plano.
Los informes tanto del Ministerio de Salud como de la Sociedad de Terapia Intensiva muestran que, por un lado, los números entre el sector público y el privado varían en varios puntos porcentuales, e incluso varían considerablemente de acuerdo a la institución que se tome de referencia. Por el otro, no hay datos acerca de otros elementos faltantes, como el oxígeno o los medicamentos. Esto solo se conoce a partir de la denuncia de los trabajadores de la salud, que son finalmente quienes exponen las deficiencias de un sistema de salud fraccionado y descentralizado.
Esta misma lucha va de la mano de la reapertura de todos los centros de salud cerrados durante la pandemia, la urgente centralización del sistema de salud para optimizar los recursos, el aumento del presupuesto de salud para garantizar la compra de todos los elementos sanitarios necesarios (ampliación de camas UTI, respiradores, oxígeno medicinal) y la vacunación para toda la población, con prioridades discutidas entre expertos epidemiólogos y la clase trabajadora. Para garantizar las dosis, intervención de los laboratorios donde se producen vacunas contra el coronavirus en Argentina (en especial el laboratorio mABxience de Hugo Sigman) y la amplificación de dicha producción.
Lucía Cope
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