El Senado de Estados Unidos absolvió a Donald Trump por segunda vez de un juicio político, este sábado 13 de febrero. Si bien en este caso la mayoría de los votos fueron por la condena (50 demócratas y 7 republicanos), no llegaron a la mayoría especial de dos tercios establecidos para una condena.
Este desenlace llegó en el marco de un acuerdo bipartidario por un juicio exprés sin testigos, que ahorró una mayor diferenciación interna al Partido Republicano. Biden busca de esta manera ahorrar choques y cuestionamientos a los republicanos que son sus aliados parlamentarios, así como dar una señal de gobernabilidad política al gran capital, que no quiso un gobierno del fascista Trump, pero se opone al conflicto político que significaría un desmantelamiento de su movimiento reaccionario.
Que se evite de esta manera la condena por “incitar a la insurrección” en relación al copamiento del capitolio de una columna armada convocada y arengada por Trump, marca un nuevo punto de decadencia y quiebra del sistema político del país imperialista. Trump llevó adelante estas acciones a la luz del día y con transmisión por streaming al mundo entero.
La absolución no fue el resultado de un trabajo de su equipo de defensa, cuya ineptitud e inestabilidad fueron imposibles de esconder. Por momentos estos parecían estar haciendo tiempo. En otros, acusando a la izquierda de la responsabilidad por la violencia política e incluso, escandalosamente, por el propio intento de ocupación del Capitolio. Se centraron, de todas maneras, en la idea de la inconstitucionalidad de enjuiciar a un mandatario cuyo periodo de gobierno ya había terminado.
Tampoco incidió en el resultado que el viernes un diputado republicano, Jaime Herrera Beutler, haya dado a conocer una conversación del jefe de su bancada, Kevin McCarthy con Trump durante el copamiento del capitolio donde este declaró su simpatía con el intento de golpe. “Bueno, Kevin, se ve que esta gente está más angustiada por la elección que vos”, le espetó el entonces presidente.
El resultado no era inexorable. Los 43 senadores republicanos que impusieron la absolución están divididos entre un sector que mantiene una lealtad política directa a Trump y otro que ha roto políticamente con él pero no llegó al punto de votar una condena, preocupado por su futuro en un Partido Republicano que parece dominado electoralmente por el movimiento de apoyo a Trump. Esa débil unidad pudo ser preservada ateniéndose a los argumentos de inconstitucionalidad del proceso de juicio al ex mandatario. Mitch McConell, jefe de la bancada republicana del senado, combinó la absolución a Trump por argumentos técnicos con una declaración de que éste “hizo un abandono vergonzoso de sus tareas”, es “responsable moral y práctico” (de la toma del 6 de enero), que “quienes tomaron el edificio lo hacían de acuerdo a los deseos e instrucciones de su presidente”.
Lejos de poner esa contradicción a la luz y golpear ahí, llamando a un proceso de deliberación o movilización popular, el Partido Demócrata ha querido ahorrarse el choque con los republicanos y decidió acordar cerrar el proceso de impeachment sin convocar a ningún testigo. Cuando la querella demócrata logró hacer votar en el senado que se empiece a convocar testigos, los republicanos presentaron una lista de 100 testigos propios. En vez de seguir adelante, pactaron cerrar el proceso y pasar a la votación, que era cantado que daría lugar a una absolución.
La convocatoria a declarar a los republicanos que chocaron con Trump alrededor del intento golpista, desde su vice Mike Pence al propio McConell, o las autoridades republicanas de Georgia que hicieron públicas las amenazas sufridas por Trump para cambiar los resultados en su Estado, hubiera sin duda profundizado las grietas entre republicanos y desarrollado su crisis. Los demócratas han preferido evitar este proceso y dejar una constancia sin efectos concretos de un repudio suyo a la intentona trumpista. Objetivamente han colaborado para encubrir a los co-conspiradores de Trump, incluidos quienes desde las fuerzas de seguridad armaron la zona liberada que permitió el copamiento.
Pasemos a otra cosa, no quiero hablar de eso
La acción de los trumpistas en el capitolio es una expresión de un movimiento de extrema derecha que se ha desarrollado con el apoyo de funcionarios estatales de ambos partidos, miembros de las fuerzas de seguridad y empresarios.
Biden quiere lograr un acuerdo con muchos de ellos, que se apuran para alejarse de Trump en un momento que el futuro político de este no es claro. La gobernabilidad que pide Wall Street exige un cambio de política respecto al intento de un gobierno bonapartista de Trump, pero también un manto de amnistía implícita para todos los sectores de la burguesía que se embarcaron allí.
Biden ha esquivado referirse al tema en entrevistas luego de la absolución. “Estoy cansado de hablar de Donald Trump”, declaró. La clase obrera y los oprimidos de Estados Unidos deben tener claro que, contra lo que quiera sugerir el actual presidente, la organización de grupos armados fascistas no es un problema que se evapora si deja de tener atención mediática.
Trump, por su lado, reaccionó con un ataque virulento contra McConell. Las secciones locales republicanas han sacado sendos comunicados atacando a los siete senadores que votaron por la condena, reafirmando el control del partido por Trump.
Se han lanzado, luego del sábado, una serie de distracciones para disimular el operativo de encubrimiento bipartidario puesto en marcha en Washington. Nancy Pelosi, la jefa de la cámara baja que dominó la táctica de la querella en el juicio político, ahora habla de una comisión investigadora especial con miembros de ambos partidos. Una versión devaluada de los procesos de estas semanas, que llegará a los mismos resultados. Se trata nada menos que de un pacto de impunidad.
Hay algunas querellas privadas presentadas por un diputado demócrata, Bennie Thompson, contra Trump, su abogado Rudolph Giuliani y algunos militantes derechistas. Fiscales federales también han presentado acusaciones contra miembros de los Proud Boys, uno de los grupos de choque trumpistas.
La idea de que sea la justicia la encargada de desmantelar a los movimiento fascistoides tiene que ser señalada a todos los movimientos de lucha por los trabajadores, la juventud, las mujeres, la población negra y latinoamericana y la comunidad LGBTI como un camino sin salida. Es necesaria una política de frente único para derrotar a los fascistas en las calles y la conformación de comisiones de investigación independientes constituidas por las organizaciones populares para imponer la destitución y el encarcelamiento de cada policía, funcionario y empresario culpable de colaborar y promover a las organizaciones fascistas, racistas y reaccionarias. Aplastar a la reacción en cada lugar que levanta cabeza está en el interés de los trabajadores del mundo entero.
Guillermo Kane
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