sábado, 9 de mayo de 2020
Antonio Guiteras. Cuando la traición acecha
Para el Che, Guiteras representa el más puro luchador antimperialista.
Su muerte en combate privó a la Revolución del 30 de uno de sus grandes líderes
El plan era marchar hacia México. A seguir una vieja idea de Julio Antonio Mella, a quien solo la encerrona de la calle Abraham González, en 1929, le impidió acometerla: la preparación de una expedición al oriente cubano para iniciar allí, mediante la lucha guerrillera, la insurrección popular armada que derrocara el régimen tiránico Batista-Caffery-Mendieta y a la vez, la dominación imperialista en la Isla.
En la patria de Juárez, a Antonio Toni Guiteras, máximo dirigente de la organización insurreccional Joven Cuba, le aguardaban dos barcos y armas, adquiridos gracias a gestiones del entonces presidente del hermano país, Lázaro Cárdenas, aunque todavía se adeudaba parte del dinero de la compra, la que el revolucionario cubano pensaba saldar a su llegada allí. También en aquel mayo el Distrito Federal iba a ser sede de un importante foro antimperialista al cual deseaba asistir.
Tres opciones se le ofrecieron para abandonar la Isla. El capitán de un barco de la naviera Ward Line se comprometió a trasladarlo sin dificultades. Se había equipado una lancha, en Puerto Esperanza, Pinar del Río, para realizar la travesía hasta Yucatán. Por un precio razonable, se le admitía como tripulante en un barco mercante. Pero Guiteras las rechazó, solo saldría de Cuba en compañía de sus colaboradores más perseguidos por los aparatos represivos.
Al final aceptó la propuesta de Carmelo González, un amigo de la infancia que era entonces oficial de la Marina de Guerra y tenía bajo su mando al puesto de El Morrillo, un antiguo fortín de los tiempos de la colonia, ubicado en las márgenes del río Canímar y compuesto por un torreón y una casa aspillerada. Se le escogió como lugar de la partida por tener un atracadero natural y estar alejado de la Carretera Central. Un yate, el Amalia, lo llevaría hasta alta mar donde lo recogería un buque.
Guiteras y sus acompañantes llegaron a El Morrillo al anochecer del 7 de mayo de 1935. Lo que no sabían era que Carmelo le había comunicado los planes del jefe de la Joven Cuba a sus superiores y estos, a su vez, al sargento devenido coronel jefe del Ejército, Fulgencio Batista, quien ordenó la detención de los revolucionarios. Fuerzas del regimiento provincial partieron en la madrugada de Matanzas para cumplir la orden del sargento golpista.
Por otra parte, el yate Amalia se retrasó. Por desperfectos técnicos y eso le dio tiempo a las huestes batistianas para que pudieran cercar el lugar. Al amanecer del 8 de mayo, Guiteras y sus compañeros toparon con el Ejército. Cuentan que Carlos Aponte, un internacionalista venezolano vinculado a la Joven Cuba, le dijo a Toni poco antes de caer en combate: “Compay, antes de rendirse, nos morimos”. Y este le contestó simplemente: “Nos morimos”. Casi inmediatamente después, un disparo impactó en su pecho.
La muerte en combate de Antonio Guiteras privó a la Revolución del 30 de uno de sus grandes líderes, tal vez el único capaz, en el momento de su desaparición física, de dirigir exitosamente una insurrección popular armada contra el régimen Batista-Caffery-Mendieta debido a su pretigio y ascendiente sobre las masas, avalado por una trayectoria que databa desde sus días universitarios, cuando integró el Directorio Estudiantil contra la Prórroga de Poderes con la que Machado quería perpetuarse en el poder.
Opositor tenaz contra la tiranía machadista, la combatió mediante la lucha armada y sufrió persecuciones y cárcel. Cuando se instauró el Gobierno de los Cien Días, el presidente provisional Ramón Grau San Martín lo designó ministro de Gobernación, Guerra y Marina. Al asumir el cargo, declaró: “Seré firme defensor del gobierno hasta tanto no se convierta en lacayo fiel de Washington”. Por primera vez en la República neocolonial, un antimperialista consecuente formaba parte de un gabinete ministerial.
A Toni se debieron las leyes más radicales promulgadas en ese período: Establecimiento de la autonomía universitaria, jornada laboral de 8 horas, legalización de la actividad sindical, ley de accidentes del trabajo, rebaja de las tarifas eléctricas y de gas, denuncia del intervencionismo imperialista en foros internacionales, concesión de 2 000 matrículas gratis, suspensión de pagos al Chase Nacional Bank hasta aclarar ciertos manejos, intervención de la Cuban Electric Company, de propiedad yanqui.
El 15 de enero de 1934, Fulgencio Batista, con el apoyo del embajador de los Estados Unidos, Jefferson Caffery, perpetró un golpe de Estado que instauró un tenebroso régimen encabezado por una triada insólita: un sargento golpista devenido coronel, un diplomático yanqui y Carlos Mendieta, como el presidente títere de los dos anteriores. Guiteras y sus colaboradores fueron los únicos dentro del Gobierno de los Cien Días que se opusieron al cuartelazo. Y cuando le preguntaron qué va a hacer, responde simplemente: “Comenzar de nuevo, ahora mismo”.
A finales de mayo de 1934, fundó la Joven Cuba, cuya razón de ser era la lucha armada contra el régimen tiránico. Pero en el programa de esta organización, publicado íntegramente por el periódico Ahora en su edición del 24 de octubre de 1934, aclaraba que no se trataba únicamente de la sustitución de un Gobierno por otro: “Para que la ordenación orgánica de Cuba en nación alcance estabilidad, precisa que el estado cubano se estructure conforme a los postulados del socialismo”.
En trajines conspirativos andaba cuando un sujeto a quien consideraba un amigo lo vendió por 30 monedas. Durante mucho tiempo, los medios de comunicación, dominados por la oligarquía, trataron de presentarlo como un gánster. Fue la Revolución en el poder y sus principales líderes (Fidel, Raúl, Che), quienes aquilataron su valía y su legado. Y el Guerrillero Heroico le calificaría en una conmemoración de su caída en combate: “Su espíritu era el mismo espíritu mambí… Representa al más puro luchador antimperialista, y al precursor de la nueva etapa, la lucha guerrillera”.
Pedro Antonio García
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Fuentes consultadas: Los libros Guiteras, de José A. Tabares del Real, y Aquella decisión callada, de Newton Briones, las compilaciones Guiteras 100 años, a cargo de Ana Cairo, y Antonio Guiteras, su pensamiento revolucionario, de Olga Cabrera.
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