domingo, 21 de diciembre de 2014
Una gran victoria política de Cuba
Espectacular giro en las relaciones de Estados Unidos y Cuba
En lo inmediato lo que más impactó fue la liberación de los tres cubanos presos en EE UU y del espía estadounidense preso en Cuba. Pero la noticia va muchísimo más allá. El imperio debió admitir su fracaso del bloqueo.
Lo primero que se puede decir es que cuando Cuba negocia discretamente algún tema con un gobierno, en este caso el de EE UU, todo se mantiene en secreto hasta que llega el día de los anuncios. Y así fue en esta compleja discusión entre Raúl Castro y Barack Obama, con intervención colateral de Canadá y el Vaticano, a quienes agradecieron los dos primeros por su facilitación del diálogo.
Así discutieron bastante pero sin que se colara a la prensa, seguramente para que la derecha republicana y demócrata de EE UU, opuesta a la negociación con el gobierno cubano, no pudiera poner el grito en el cielo y estropeara el acuerdo.
Antes del mediodía de ayer 17/12, cuando el espía norteamericano Alan Gross ya volaba hacia su país y los tres prisioneros cubanos antiterroristas habían salido de sus prisiones rumbo a La Habana, recién allí se destapó la noticia “bomba”. Esas liberaciones habían sido acordadas en sus aspectos finales por los dos presidentes involucrados, en una conversación telefónica de la noche anterior.
Cuando Castro extendió su saludo a Obama en diciembre de 2013 en Sudáfrica, cuando se encontraron entre varios mandatarios en el sepelio del gran Nelson Mandela, ¿alguien habrá imaginado que entre ambos estaba por empezar una negociación como la que terminó felizmente ayer?
Los tres cubanos
Siempre se habló de cinco cubanos, lo que sucede es que dos de ellos fueron liberados en los últimos dos años y restaban tres en las prisiones estadounidenses. Incluso esos liberados seguían hablando de cinco, porque dijeron que recién se considerarían completamente libres cuando también lo estuvieran sus otros compañeros.
En mayo de 2013 cumplió su larga condena de 14 años René González y pudo volver a Cuba. En marzo de 2014 arribó Fernando González, al que tampoco le regalaron en el imperio ni un día anticipado de libertad.
Ambos eran miembros de la “Red Avispa”, montada por la seguridad cubana en territorio norteamericano pero al exclusivo fin de monitorear a los terroristas de la mafia cubano-americana que ponían bombas en los hoteles de La Habana para sabotear el turismo, entre varias otras acciones violentas. En 1997 asesinaron al turista italiano Fabio Di Celmo, luego que un mercenario centroamericano pusiera una bomba en un hotel, todo pagado por Luis Posada Carriles, el mismo agente ligado a la CIA que había organizado el atentado contra Cubana de Aviación en 1976 y que provocó 73 muertos en el avión que cayó sobre Barbados.
La “Red Avispa” no picaba a ningún objetivo estadounidense: ni a la General Motors, el Citibank, el Capitolio ni al Pentágono. Sólo husmeaba en los círculos cubano-americanos que hacían terrorismo contra la Patria de José Martí.
Cuando el gobierno cubano hizo llegar a Bill Clinton los elementos de prueba que habían colectado sus hombres “in situ”, el presidente del Salón Oral (léase Oval) ordenó las detenciones de éstos, en vez de desmantelar a los grupos terroristas.
Y así fue como el 12 de setiembre de 1998 los cinco cubanos fueron detenidos. Se los juzgó en Miami, capital de la intolerancia contra Cuba, sobre todo en ese tiempo (ahora las cosas están cambiando como se comentará más adelante). Y en una parodia siniestra de “juicio”, en 2001 fueron sentenciados a 4 cadenas perpetuas y 77 años de prisión, en conjunto.
Las apelaciones de la defensa lograron algunas revisiones a la baja, pero leves. Como quedó dicho, René y Fernando González cumplieron 14 y 15 años de prisión. Quedaban Gerardo Hernández, condenado a dos perpetuas y 15 años de prisión, que iba a morir en la cárcel; Antonio Guerrero, a 22 años y Ramón Labañino, a 30 años.
Estos tres últimos son los que salieron en libertad ayer, luego de estar 16 años presos, en cambiantes cárceles, nunca juntos y en algunos casos, como Gerardo, sin haber podido recibir nunca la visita de su esposa Adriana Pérez, porque Washington no le daba la visa.
El 17 de diciembre fue un día de júbilo para Cuba y sus más de 11 millones de habitantes, pero especialmente para esas familias. Es un gran día, dijo Ignacio Ramondet a Telesur. Estaba en lo cierto.
El espía
El norteamericano Alan Gross, liberado ayer por el gobierno de Castro, había estado detenido desde 2009 y juzgado en 2011.
Gross era contratista de la USAID, la agencia que muchas veces actúa como tapaderas de la CIA. Y con la excusa de visitar y organizar a la colectividad judía de la isla, ingresaba equipos de telecomunicaciones y tecnologías satelitales para organizar una red de espionaje.
Lo arrestaron en diciembre de 2009 cuando realizaba su quinto viaje a Cuba, con computadoras, teléfonos celulares, discos duros y equipos de telecomunicaciones, para trabajar con estos fines. Según la prensa cubana “entre sus materiales contaba con chips informáticos para teléfonos móviles como los que usa la CIA y el Pentágono para evitar la detección electrónica de señales telefónicas”.
El espía tuvo un juicio justo, con todas las garantías y defensas. Además de las varias pruebas en su contra, se le cayó la excusa de visitas a la comunidad judía, pues ésta dijo que no lo conocían. En cinco viajes no se había ocupado de ellos. Lo condenaron a 15 años de prisión, de los que cumplió 5. Junto con él la isla liberó a otro espía norteamericano de nacionalidad cubana, no identificado, que estaba preso hace tiempo y que círculos del gobierno de Obama admitieron que se trataba de “uno de nuestros mejores espías en Cuba”. Fue de yapa, en un momento de generosidad del gobierno de Raúl Castro, que quería asegurar el éxito de un intercambio espectacular y muy favorable para su pueblo, que a su vez abría una nueva etapa de las relaciones con el hasta ahora mal vecino.
Lo más importante
Desde el punto de vista del gobierno de Cuba lo acordado con Estados Unidos el miércoles no supuso ningún cambio a sus puntos de vista y declaraciones oficiales.
Desde 1961 –fecha de la ruptura de relaciones entre los dos países en el año de la invasión derrotada en Playa Girón- Fidel Castro y luego su reemplazante Raúl siempre dijeron que estaban dispuestos a normalizar las relaciones con EE UU sobre la base del respeto recíproco y en pie de igualdad. En esencia eso mismo dijo ayer el mandatario cubano en su esperada intervención por radio y TV de las 14 horas (hora de Argentina).
El orador reiteró ese deseo de normalizar las relaciones diplomáticas y solamente planteó, con mucha honestidad, que a pesar de gran paso adelante dado con las liberaciones de los detenidos, eso no quiere decir que lo principal esté concluido. Se refería a que Cuba quiere que el imperio levante el bloqueo, como lo demandó en setiembre pasado la 69° Asamblea General de la ONU una vez más, con 188 votos a favor y 2 en contra (EE UU e Israel).
Por el lado norteamericano hay que destacar el gesto positivo de Obama, que al comienzo de su primer mandato aprobó algunas flexibilizaciones del bloqueo en cuanto a viajes y remesas de dinero de los familiares a la isla, pero que luego se convirtió en el presidente que más multas impuso a las empresas y bancos que comerciaban con La Habana.
Evidentemente el afroamericano ha dado un volantazo notable, un giro sino de 180 grados al menos de unos cuantos grados. Ha admitido que el bloqueo había fracasado y que no se debía seguir aplicándolo con el fin de llevar a la población cubana al colapso, tal el sentido de esa política criminal comenzada en forma total en febrero de 1962.
Se abrirá la embajada norteamericana en La Habana, donde hoy hay una Sección de Intereses. Y a demanda de Cuba se mejorarán el correo postal y las telecomunicaciones. Todo eso es positivo pero a condición que sea la antesala del fin del bloqueo que hasta ahora provocó un perjuicio directo de 116.880 millones de dólares, a precios corrientes.
¿Levantará EE UU ese bloqueo? Los anuncios de Obama fueron en esa dirección, pero tendrán resistencia en el lobby anticubano que integran corrientes de su mismo partido y el republicano, entre ellos los senadores Marco Rubio y Bob Meléndez, y la congresista Ileana Ros-Lehtinen, entre varios más.
Los defensores del bloqueo hoy nadan contra la corriente, porque aún en La Florida el 63 por ciento de los cubanos que viven allí se han manifestado a favor de terminar con esa anacrónica medida.
En junio de 2001, al conocerse el vergonzoso fallo que condenó a los cinco cubanos en Miami, Fidel Castro dijo que “los cinco volverán”. Han vuelto ayer en un día histórico. El cronista elige como un destinatario del festejo a alguien que no llegó a verlo: el abogado de los Cinco y en especial de Antonio Guerrero, Leonard Gleinglass, que falleció en 2011 y no pudo ver cómo su defendido podía ganar su ansiada libertad. Gleinglass fue el letrado de los 7 de Chicago que protestaban contra la Guerra de Vietnam, Jane Fonda, Angela Davis, Mumia Abu Jamal y tantos otros perseguidos políticos en el imperio. Con toda sapiencia y dedicación defendió a Antonio pero no pudo salvarlo porque en 2001 en Miami hubo un linchamiento nada judicial. Gleinglass hubiera sido feliz como un cubano más este 17 de diciembre.
Emilio Marín
La Arena
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